Beatriz Villacañas - ARTES&LETRAS

Lugar para el reencuentro (62): De vuelo y juego

«Jugar al juego de ir más allá de las torpes aristas de la lógica»

Beatriz Villacañas
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(U n ángel)

A mitad del camino para el vuelo

y eternamente quieto nos espera.

Juan Antonio Villacañas

Conjugación poética del Greco, 1958

Parar el vuelo en el camino, como hace el ángel de Villacañas, es una forma de detener el tiempo. Una forma ilusoria, habrá quien diga, porque al tiempo no hay animal que le detenga, por muy humano que este animal sea. Pero creo yo que a la razón hay que enseñarle algunas cosas. Una de ellas es jugar. Jugar en su sentido más hermoso, más intenso, más serio. Jugar al juego de ir más allá de as torpes aristas de la lógica. Jugar (¿verdad que sí, mi querido San Juan de la Cruz?) es ir de vuelo.

Y si uno va de vuelo, toda ciencia trascendiendo, puede parar, y así sentir que el movimiento, como la quietud, son estados de ánimo a través de los que la Poesía gusta de revelarse y a través de los que ella gusta de hablarnos de eternidad.

Palabras como éstas las escribí a propósito de los versos del poeta Ángel García López, a quien le digo Tú sabes del tiempo, Ángel, de su tiranía y también de sus falacias: Porque no pasa un día sin que pasen dos días, o quizás muchos meses. Te bebes el tiempo como te bebiste aquel orujo con José Hierro, con garganta de poeta hecho a los sabores ardientes de lo que nos duele y a la vez nos hace vivir.

Si a la razón hay que enseñarle a jugar, razón de más para seguir jugando. Jugar, por ejemplo, a condensar el tiempo en una tarde de sol. Jugar a hacer un soneto al amigo, envolverlo en sol y dedicárselo. Jugar es ir de vuelo. Y jugar es echarle amor y humor a la vida ésta. Humor también, claro. Hay que jugar. Y divertirse. Ya lo dijo mi viejo amigo Oscar Wilde: Lo divertido no es lo contrario de lo serio, sino de lo aburrido. Y el verso hondo sabe divertir cuando es preciso, sabe ser risa y pensamiento. Y vuela. Y jugamos con él a detener el tiempo, como hace el ángel que para su vuelo y eternamente quieto nos espera.

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