José Rosell Villasevil - SENCILLAMENTE CERVANTES XXXIX

Esquivias, un enigma en la Sagra

Miguel goza ahora de un éxito teatral más que razonable y que ha vendido los derechos de su primer libro, «La Galatea», al editor alcalaíno Blas de Robles

José Rosell Villasevil
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La guardia pretoriana femenina de Cervantes -madre , hermanas y entrañable sobrina Costanza- parece que anda últimamente muy inquieta. Es cierto que Miguel goza ahora de un éxito teatral más que razonable y que ha vendido los derechos de su primer libro, «La Galatea», al editor alcalaíno Blas de Robles, (padre de Francisco de Robles, el que será elegido por la historia para editar uno de los libros más famosos de todos los tiempos, «El Quijote»; es cierto que Miguel está recibiendo el aplauso y beneplácito de las huestes populares de la Villa y Corte... Pero, no es menos cierto también, que está metido en un peligroso laberinto de amores subrepticios, cuyo eco inevitable puede despertar en cualquier momento al brutal Minotauro.

La noticia de las relaciones amorosas del poeta con la preciosa tabernerita de la calle de los Tudescos, seguro que anda ya, de boca en boca, por los bien nutridos mentideros madrileños: desde el animado de los Cómicos en la calle del León, al populoso de los viejos soldados en las gradas de San Felipe. Ya solo falta, para darle el toque dramático a la cuestión, nada más que lleguen los rumores a las orejas del «ofendido». Gracias a que, afortunadamente y como dice el refrán, es quien siempre se entera el último. Como agravante, la adúltera da a luz en el mes de abril de 1584, orquestada por el coro de las malas lenguas, esta vez acertadas, asegurando que la niña es del amante.

Los castigos que preveían las leyes de la época para esta clase de delitos, son de una rudeza impresionante, dejando a criterio del «ofendido» la ejecución pública de los «delincuentes», como es el caso que nos cuenta Astrana Marín, de aquel posadero de Sevilla llamado, con absoluta precisión, Silvestre, que habiendo pillado «in fraganti» a su esposa con mulato, ejecuta a ambos en cadalso levantado en plaza pública, sin escuchar los ruegos en nombre de Cristo, de un religioso postrado a sus pies. Silvestre, enfurecido por el odio y la venganza, y enardecido con el clamor de la plebe, cuando comprueba la muerte de sus sangrantes «enemigos», lanza el sombrero a la masa delirante y morbosa, acompañándolo con el grito de: «¡Cuernos fuera!»

En el «Persiles», los peregrinos consiguen convencer a un marido «ofendido», el Polaco, que pretende hacer justicia contra su esposa y amante, ambos empleados en sendos mesones de Talavera de la Reina. Periandro, con gran mesura cristiana, entre otras muchas razones le aconseja: «¿Qué pensáis que os sucederá cuando la justicia os entregue a vuestros enemigos, atados y rendidos, encima de un teatro público, a la vista de infinitas gentes, y a vos blandiendo el cuchillo en el cadalso, amenazando segarles las gargantas, como si pudiera su sangre limpiar, como vos decíais, vuestra honra? ¿Qué os puede suceder, como digo, sino hacer más público vuestro agravio?» (Persiles III – VII)

Miguel conocía a la perfección el riesgo que contenían aquellos amores adúlteros que le atenazaban. Es lo que aterraba a su familia y se disponía cortar con la máxima urgencia.

Es este el momento en que aparece en la pantalla histórica del Príncipe de los Ingenios, el nombre de un pequeño lugar toledano, Esquivias, que va a ser para siempre, a mi modesto criterio, el enigma cervantino de mayor calibre.

Pertenecía por entonces el lugar a la Santa Iglesia de Toledo, cuyo cabildo se encargaba de nombrar a las autoridades, entre hidalgos y pecheros, siendo 37 el número de éstos, y los restantes hasta 250 vecinos, sin que les sobrara un cuarto a unos ni a otros, con el pan justo, la leña escasa y el vino por arroas de estimación, pues era la joya más preciada del escaso perímetro de su terruño.

Al final de su vida Cervantes, muy enfermo ya y desfallecido, sin perder nunca el humor, lo define con esta curiosa cita en el Prólogo del «Persiles»: «el lugar de Esquivias por mil causas famoso, una por sus ilustres linajes, otra por sus ilustrósimos vinos».

El nombre de Esquivias, unido providencial e indeleblemente con el de Miguel de Cervantes, «famoso» en los cinco Continentes, continúa siendo un misterio histórico que hasta la fecha no se ha logrado esclarecer. Es por lo que en el próximo capítulo de mi peculiar Biografía, nos vamos a hallar ante un corolario interminable de interrogaciones. El «¿por qué?», será verdadero protagonista.

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