VIVIR TOLEDO

El Museo de Escultura Contemporánea al Aire Libre. Un proyecto naufragado

Hoy, al cabo de treinta y siete años, sería necesario resucitar viejos compromisos y volver a coser voluntades dispersas para reavivar un deseo zozobrado que, por ahora, sigue durmiendo en los archivos de varias instancias

Algunos miembros del grupo Tolmo en la plaza del Ayuntamiento de Toledo (Colección particular E. Sánchez-Beato) Alberto Caballero

Octubre de 1980. La corporación municipal de Toledo resultante de las primeras elecciones democráticas cumplía casi año y medio de ejercicio y eran muchas las peticiones llegadas desde organizaciones políticas, sociales, vecinales o de cualquier otro ámbito. En la sesión ordinaria del día 9 de aquel mes, la Comisión Municipal Permanente pronunciaba su apoyo para crear un Museo de Escultura Contemporánea al Aire Libre , proyecto elevado por la Asociación Cultural Tolmo.

Tal entidad procedía del ya reconocido grupo artístico Tolmo, fundado en 1971, por Francisco Rojas, Eduardo Sánchez Beato, Luis Pablo Gómez Vidales y Raimundo de Pablos . Pronto hubo nuevos adeptos y algunas bajas, cruzándose los nombres de S anguino, Aroldo, Mota, Kasue, Méndez, Guerrero Montalbán, Cruz Marcos, Jule y Félix Villamor . En la Transición, Tolmo era ya un anheloso referente para «incorporar la ciudad al devenir cultural y contemporáneo», como escribía Giles, otro de sus tempranos miembros. Por la galería abierta en la calle de Santa Isabel pasaron obras de Canogar, Venancio Blanco, Lucio Muñoz, Perellón, Alberto Sánchez, Guerrero Malagón, Feito, Zóbel o Gerardo Rueda , entre una larga lista de pintores, escultores y fotógrafos. En menos de una década Tolmo ya había participado en destacadas muestras en España y en el extranjero, sin rehuir su implicación en iniciativas culturales y cívicas de Toledo.

Así pues, en el aquel estrenado otoño de 1980, la Asociación, a través de su entonces presidente, el pintor Francisco Rojas , planteaba crear un singular museo de escultura para «promover inquietudes artísticas y culturales en el terreno de la expresión plástica» y contribuir a «la difusión, promoción y desarrollo del Arte Contemporáneo en Toledo». Y es que, los inquietos y jóvenes artistas toledanos lamentaban el rechazo del Ayuntamiento, en 1962, cuando Fernando Zóbel, intentó crear aquí un Museo de Arte Abstracto que luego emplazó en Cuenca. Tolmo no renunciaba a mirar al futuro. Citaba ejemplos muy encomiados, como la muestra del escultor británico Henry Moore (1898-1986), en el Fuerte Belvedere de Florencia, en 1972, un enclave del siglo XVI.

Para lograr estas metas era necesario un lugar adecuado. El museo no podía estar en un ámbito cerrado. Debía ser «participativo y vivencial», fusionarse con el perfil urbano de Toledo, sin caer en un reparto de esculturas por toda la ciudad, ni competir con las rutas turísticas habituales. Había que «traspasar la mera frontera de las murallas para tener repercusiones hacia el resto de la humanidad». Se concluía que el paraje más idóneo era el comprendido entre las puertas de Bisagra y del Cambrón, al pie de las murallas (terreno remodelado en 1977), abierto a los cigarrales y las vegas del Tajo.

Tolmo tuvo el apoyo de prestigiosos artistas plásticos como Pablo Serrano, Feliciano, Chirino, Rafael Canogar, Juana Francés, Fajardo y el arquitecto Carlos de Benito. Todos ellos manifestaron su firme colaboración para hacer realidad la idea. La opinión pública, a través de una consulta, avaló el proyecto que también incluía un dosier con planos, fotografías y un presupuesto que superaba los 17 millones de pesetas. Los principales costes eran la reproducción -en bronce, piedra o plástico- de veinte obras originales, de diferente tamaño, y los trabajos necesarios para su ubicación.

Aunque las primeras instancias e instituciones consultadas en Toledo y Madrid apoyaban la propuesta, uno de los puntos debatidos inicialmente sería precisamente el lugar: el paseo del Tránsito (sujeto entonces a un estudio para dar continuidad a la Ronda-Cornisa hasta la puerta del Cambrón), el eje de la calle Reyes Católicos y la propia Ronda-Cornisa hasta Doce Cantos. En febrero de 1981 el proyecto fue expuesto al público en las Casas Consistoriales. Tolmo subrayaba el compromiso de emplear gran parte de la ayuda recibida del Ministerio de Cultura (un millón de pesetas) y el respaldo desinteresado de muchas personas. Meses después, en junio, se acordó la creación de un Patronato para llevarlo a cabo, cuyos estatutos se aprobaron, en febrero de 1982 (modificados años después), sin que, al parecer, se registrase formalmente la entidad, recogiéndose en ellos, como escenarios museísticos, el paseo de Recaredo y la Cornisa. En dicho Patronato concurrían el Ayuntamiento, la Diputación, la Junta de Comunidades, el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y Tolmo. Constituido por fin en el mes de mayo, la Junta Rectora trabajó para crear un Comité de Selección con reconocidos miembros del arte, directores de museos, críticos y docentes universitarios, más otro Comité de Honor que alcanzaba hasta la Casa Real y que no llegó a ver la luz.

Galería. Plaza de Alfonso VI con la escultura de Eduardo Chillida en 2015 Rafael del CERRO

En julio de 1981, Eduardo Chillida (1924-2002) donaba a la ciudad una escultura denominada Lugar de encuentros V , ejecutada en hormigón, de 16 toneladas de peso, que llegó a Toledo en el mes de diciembre, procedente de Valencia tras su llegada de una exposición en Nueva York. Aquello parecía alumbrar ya el naciente museo. Sin embargo, la obra del artista donostiarra permaneció diez meses embalada en un cajón, en tanto se estudiaba su destino. Como describe Ángel Dorado , el propio Chillida, el ingeniero José Antonio Fernández Ordóñez, el director del Museo de Arte Moderno de Madrid, el alcalde Toledo Juan Ignacio de Mesa y Francisco Rojas estudiaron el emplazamiento adecuado. El escultor se inclinó por la plaza de Alfonso VI, donde se trasladó en septiembre de 1982. Digamos que la Academia toledana era partidaria de situar las modernas piezas fuera de las murallas. Otra crítica al proyectado museo fue la del Centro Ambrosio de Morales, al señalar que las ayudas públicas que recibiese mermarían los fondos destinados a preservar «el conjunto histórico-artístico de Toledo».

Estos hechos ocuparon dos años, pero la consolidación del Patronato, los cambios de la política municipal y las nuevas disposiciones administrativas en materia de patrimonio se dilataron en el tiempo. Además, una cruda realidad era la corta aportación económica de las instituciones pues, tan sólo, se contabilizaban seis millones de pesetas, cantidad muy alejada del presupuesto inicial. Mientras, Lugar de encuentros V seguía rodeada de automóviles aparcados y bolsas de basuras, sufriendo agresiones de todo tipo. Tan vergonzoso estado se superó, en agosto de 2010 , con una completa rehabilitación de la escultura y de la plaza, todo para atender la denuncia de su abandono manifestada por el autor y su familia desde años atrás. En 2002 ya se corrió el peligro de llevársela de Toledo para depositarla en el guipuzcoano Chillida-Leku.

La idea original del Museo de Escultura Contemporánea al Aire Libre, a lo largo de las murallas y de alguna histórica plaza, ha quedado como una tarea pendiente en la ciudad, con algún intento de ser resucitado, tanto por Tolmo, en 1993, como por periódicas promesas edilicias. Hoy, al cabo de treinta y siete años, sería necesario resucitar viejos compromisos y volver a coser voluntades dispersas para reavivar un deseo zozobrado que, por ahora, sigue durmiendo en los archivos de varias instancias.

Rafael del Cerro Malagón, historiador
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