Gustavo Reneses - Babilonia en guagua

Año nuevo, vida vieja

Hay que dirimir si los pactos nacen en cascada o en pantanos

Gustavo Reneses
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En estos días azules de enero, ha comenzado el año 2016. Así, de repente. Y lejos de dejarnos seducir por el empalagoso halo de optimismo o de esperanza navideña, nos hemos dado cuenta de que ha comenzado igual o peor.

De todas maneras esto no es nuevo, ya desde hace tiempo, las cosas no se veían claras; solo hay que tirar de las datas de la unificación de las coronas de Castilla y Aragón para darse cuenta de la complejidad del asunto. Aunque puestos a despejar dudas, en las crónicas hispanas del Imperio Romano queda visible que estamos hechos de otro material. 

El inicio de este año nos ha traído la desaparición de mitos, la deconstrucción de antiguas verdades que ya no lo son tanto y el pasotismo como spanish way of life.

Y claro, esto nos deja un poco huérfanos, no tenemos una superficie física donde agarrarnos, justificarnos o darnos placer. Definitivamente, desapareció el siglo XX con la muerte de Bowie; Hacienda ya no somos todos; las crónicas parlamentarias se han convertido en una suerte de cuplé de variedades amenizados con memes vía Twitter y en lo estrictamente tricontinental y ultraperiférico, los sainetes de envaines y desenvaines para dirimir si los pactos nacen en cascada o en pantanos.

Y claro, en agua revueltas no faltan pescadores que más o menos ataviados con sus mejores galas se postulan como nuevos mesías, o incluso como mejor salvador de la quincena, que también podría valer.

El problema de fondo no son ellas -ni ellos- (mesías en general), ni las buenas nuevas o malas viejas que nos cuentan, ni siquiera las siglas que representan. El statu quo ha cambiado, pero nadie se quiere dar cuenta. Cuando caigamos en eso, posiblemente el resto del mundo navegue en internet 7.0.

Lo peor de todo es que ya no existen referencias humanísticas a las que aferrarnos, estamos pasando por un periodo de licuación de valores tal, que aquellos principios que creíamos válidos por su solidez o inmanencia, ni están, ni se les esperan. Las certezas han sido abolidas. El código de honor ha sido sustituido por un código pin con obsolescencia programada. Y las instituciones a las que miramos con ojos de cordero degollado esperando una respuesta cual Oráculo de Delfos, no saben manejar una situación de interdependencia como la actual.

Y como en la guardería, cuando estamos acojonados nos ponemos a gritar, nos enfadamos con la profe, arañamos los pupitres y rompemos los lápices como desprecio a la herencia opresiva recibida –por ejemplo-. La rabieta sirve como explosión para romper la inercia, para despejar el camino y tomar referencias hacia donde seguir, pero no vale a medio y largo plazo. No se construye nada sólido sobre el baile de las ondas sísmicas.

Estamos en tierra de nadie, cerrando una etapa y abriendo otra. Aunque desconocemos el sendero, posiblemente la solución pase por el diálogo. Pero el real, el que se hace con gente que no piensa igual de uno. Solo así crearemos puentes sólidos de convivencia. Lo demás no es más que onanismo lingüístico para lamernos con fruición los gerundios.

Buenos días, y por si no volvemos a vernos: Buenos días, buenas tardes y buenas noches.

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