El último desencuentro

Álvaro Ybarra Pacheco

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La larga cadena de desencuentros entre Pedro Sánchez y Susana Díaz culminó el pasado domingo con la defenestración por parte de Ferraz de los cabezas de lista elegidos por la militancia socialista andaluza en cuatro provincias, todos ellos afines al susanismo. Sánchez no se limitó a eliminarlos o retrasarlos de posición en las nóminas de aspirantes al Congreso sino que los suplantó por dirigentes de su estricta confianza. Tanto la actual ministra de Hacienda, María Jesús Montero, a la que quieren convertir en la sustituta de la propia Susana, como el actual delegado del Gobierno, Alfonso Gómez de Celis, enemigo acérrimo de la lideresa andaluza desde que ambos coincidieran en las Juventudes Socialistas, son dos símbolos del mascarón de proa con los que la nave pilotada por el presidente del Gobierno ha desembarcado en Andalucía.

Esta soterrada disputa entreverada de personalismos ha venido a enturbiar aún más el ambiente que se respiraba en el socialismo andaluz. En el PSOE-A no se sienten suficientemente valorados por Ferraz. Entienden que el partido en Andalucía recibe muy poco en compensación por el caudal de votos que aporta a la causa, que en demasiadas ocasiones vienen a compensar los varapalos que los compañeros reciben en otras latitudes. Esta percepción de permanente agravio viene de lejos y ya se cobró sus víctimas principales en las «cabezas cortadas» de dos expresidentes anteriores a Susana, Manuel Chaves y José Rodríguez de la Borbolla, sentenciados a dedo por el peso del centralismo. Las primarias en las que Pedro Sánchez arrasó a Susana Díaz han acentuado las diferencias. El resultado de las recientes elecciones andaluzas, en las que el PSOE regional ha atribuido la abstención a la política complaciente de Sánchez ante los desmanes de los nacionalistas catalanes, ha terminado por completar el cuadrilátero para un combate desigual en el que Susana Díaz tiene todas las papeletas para volver a perder.

La más que probable derrota no evitará que la militancia andaluza, espoleada por sus dirigentes más afines al susanismo, planteen un órdago como el anunciado ayer en la portada de ABC. De hecho las agrupaciones locales se mueven en estos días preelectorales para sumar fuerzas y confluir en un documento de mínimos que no logrará la escisión de la Federación Andaluza, algo prácticamente imposible con los actuales estatutos, pero que sí pondrá al PSOE en la tesitura de detener el rodillo que puso en marcha cuando Sánchez llegó a la Presidencia del Gobierno.

Si se se trata de oponer dos modelos de partido o de configuración del Estado, como sostienen los dirigentes andaluces, es difícil entender que se cambie el discurso españolista de la expresidenta de la Junta por la aspiración de emular al PSC, que representa justamente lo contrario. Pero además cunde la sospecha en el sanchismo que la pretendida abstención de los socialistas andaluces guarda más relación con la ineficacia de la gestión de la Junta que con las piruetas de Sánchez con toda suerte de enemigos del Estado.

Sea como fuere muchos socialistas andaluces acudirán a las urnas el 28 de abril con el corazón dividido: O Sánchez o Andalucía en pie de igualdad con las denominadas comunidades históricas. Ambas cosas, como en los albores de la Transición de Lauren Postigo, parecen difíciles de conseguir. De momento le han lanzado un órdago al presidente del Gobierno que amenaza con provocar una brecha en sus expectativas electorales, en las que Andalucía está llamada de nuevo a convertirse en el granero que almacene el mayor número de votos recolectados por el PSOE.

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