Réquiem por la moderación

La constante apelación al voto útil solo tendrá eficacia si en ese 12 o 14 por ciento del electorado popular aparentemente fugado a Vox llega a tomarse conciencia de la extravagancia de algunos de los candidatos que presenta Santiago Abascal o de lo grotesco de algunos de sus compromisos y promesas

Santiago Abascal, presidente de Vox Guillermo Navarro
Manuel Marín

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Al PP se le acumulan unos problemas, y otros no termina de verlos resueltos. Su encajonamiento entre Ciudadanos y Vox le ha estrechado el margen de maniobra y cualquier pronóstico sobre su evolución en la campaña, su estabilidad interna, y su resultado final en las urnas sigue siendo incierto .

Su constante apelación al voto útil solo tendrá eficacia si en ese 12 o 14 por ciento del electorado popular aparentemente fugado a Vox llega a tomarse conciencia de la extravagancia de algunos de los candidatos que presenta Santiago Abascal o de lo grotesco de algunos de sus compromisos y promesas, basados en una técnica muy simple de mercadotecnia política: la sobreactuación extremista aprovechando la estela del voto emocional «de moda» . Más aún, es probable que antes o después algún general de prestigio llegue a preguntarse qué pinta ahí.

El PP no ha conseguido alcanzar una fórmula conjunta con Ciudadanos que le permita asegurar la mayoría en el Senado, donde el sistema de elección mayoritario favorece en este momento al PSOE. Tampoco está siendo pacífico para Pablo Casado el proceso de selección de listas porque la convivencia interna y el juego de lealtades entre las distintas corrientes del PP son netamente conflictivos. De hecho, la digestión de algunos candidatos y la derivación de cargos hasta ahora relevantes a listas de menor entidad está alterando los equilibrios en Génova.

Sin embargo, Casado basa su expectativa para llegar a gobernar en tres factores. El primero de ellos es la existencia de sondeos internos que le garantizan la segunda plaza sin «sorpasso» posible de Ciudadanos, en los que además se atribuye una mayoría suficiente al bloque de centro-derecha para avalar una investidura. La debacle diagnosticada para Podemos en este momento haría casi inviable cualquier opción para Sánchez, que además tendría problemas para recibir el apoyo del separatismo catalán dada su descomposición interna y la certeza de que la Generalitat ya no cree en cheques en blanco.

El segundo factor anímico para Génova se asienta en la creencia de que aún hay un segmento no calculado del voto conservador tan movilizado como indeciso , lo cual no es contradictorio. Génova confía en que la campaña irá consolidando un criterio pragmático del voto en detrimento de Vox, porque empieza a calar la tesis de que la Ley D´Hondt penaliza a los partidos minoritarios en casi una treintena de provincias. Pero esta teoría se solo se basa hoy en una mera cuestión de fe.

Y tres. No resulta fácil que a Sánchez le cuadren las cuentas si un millón de votantes de Podemos se suman a la «abstención por desmoralización». Hoy el PSOE es consciente de que su mejor aliado es Vox, y por eso la estrategia de Sánchez pasa por exacerbar la fragmentación ideológica y la radicalización en la sociedad española. España convive hoy en el delirio destructivo de los mensajes extremos. Son malos tiempos para la moderación.

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