Manuel Marín

«Quita tú, que me pongo yo»

«De algún modo, Pablo Iglesias empieza a pagar el precio de su cesarismo. El culto al líder siempre tiene fecha de caducidad»

Manuel Marín
Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Culpar de la crisis interna de Podemos al PSOE, como hacen sus dirigentes, es un absurdo sideral. Igualmente, reducir esa crisis a un mero desentendimiento entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón por aparentes diferencias ideológicas, discrepancias estratégicas o celos mediáticos es un vano ejercicio de simplismo. Dos años después de su fundación, Podemos se ha encontrado con sus propios fantasmas, que no son sino los que se han aparecido históricamente a todos los partidos. Luchas de egos, imposición de criterios, afán de protagonismo… Aquello de Konrad Adenauer de que en la vida «hay enemigos, enemigos mortales… y compañeros de partido».

Podemos se halla en su primera gran crisis de identidad porque en la efervescencia de la protesta, en la invasión de las calles y en el fulgor impune de las redes sociales todo resulta más sencillo que en el dogmatismo orgánico de las purgas que exige el día a día de una organización.

La estructura de Podemos está viciada de origen y por eso acumula en seis comunidades autónomas profundas pugnas fratricidas de ambiciones no cumplidas y rencores acumulados. Allí, el «quítate tú, que me pongo yo» está a la orden del día ahora que los salarios públicos en las instituciones se han convertido en una sana costumbre mensual. A todo llega uno a adaptarse. Es agradable cobrar cada mes y ser concejal de lo que corresponda. Ahora de lo que se trata es de mantenerlo a salvo de esos otros «compañeros de partido» que reclaman lo suyo porque, como se dice, «aquí cabemos todos…, pero solo cobran unos cuantos». Las «discrepancias tácticas en la evolución del movimiento ciudadano» son sencillamente los clásicos «codazos» por hacerse hueco, con salario anexo y asegurado a ser posible.

De algún modo, Pablo Iglesias empieza a pagar el precio de su cesarismo. El culto al líder siempre tiene fecha de caducidad, y en este caso hay una parte emergente de Podemos a la que ha decepcionado el órdago de su líder contra el PSOE y Ciudadanos. Su objetivo de absorber a Izquierda Unida y su millón de votos presuntamente garantizado, para convertir los dos escaños de Alberto Garzón en una quincena para Iglesias, está en el aire. Iglesias ha concedido a Pedro Sánchez un papel protagonista de víctima, en lugar de conseguirle el de un secundario irrelevante. Error. Demasiado riesgo, que además no ha gustado a toda la militancia de Podemos. La vía posibilista y pragmática que se atribuye a Errejón ha creído realmente estar conformando una pinza para permitir que Mariano Rajoy recupere oxígeno.

De momento, se mantiene vigente la tesis de Iglesias: ir a las urnas, superar al PSOE y provocar un terremoto en Ferraz que aboque a Sánchez a una renuncia fulminante. Pero no toda la dirección de Podemos parece compartir el objetivo porque asumen como un riesgo innecesario la provocación de frustración entre su electorado, y si se repiten los comicios surgirá una «abstención del hartazgo» inmanejable que termine por un repartir los escaños de modo beneficioso para PP y Ciudadanos. En ese caso, el extraño engendro de «los partidos del cambio» ya sería inviable.

Ver los comentarios