Salvador Sostres - Todo irá bien

Penúltimos espasmos

Salvador Sostres
Madrid Actualizado: Guardar
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Convergència no es un partido. Es una trama. No compra pescado sino a los pescadores. Así aprendió a funcionar en sus años célebres, y Pujol con su astucia, y su conocimiento quirúrgico de cómo son los catalanes, y Cataluña, era perfectamente capaz de sostener en sus manos el equilibrio entre el catalanismo y su sentido de Estado; entre su catolicismo y su secretaria Carme; entre sus lecciones de moral y sus hijos puestos por él mismo a robar.

Lo que con él sirvió para liderar la política catalana, y hasta para convertirse en un referente ético para muchos, se ha vuelto tras su retiro y su confesión de una vulgaridad insoportable. Se le ve el cable a Superman, el conejo al mago antes de salir a escena.

Con Quico Homs han apurado tanto que el conejo es él, sin mago que lo remedie, y que ahora recurra a la Constitución que desprecia es tan cínico como decir que «España nos roba» cuando el trato era que Pujol frenaba al independentismo a cambio de que sus hijos pudieran saquear con total impunidad.

Pérdida de votantes

Del mismo modo, es una farsa que un partido que no hace más que perder votantes, cientos de miles de votantes, no se canse de exigir en nombre de la democracia. ¿Qué democracia puede haber sin Ley? ¿A qué tipo de democracia se refiere un president al que no le aprueban los presupuestos y no convoca elecciones? ¿Qué demócrata podría decir que unas elecciones autonómicas son un plebiscito, y decir luego que lo ganó cuando obtuvo menos votos que los otros? Hasta el general Pinochet se marchó a su casa tras convocar su referendo y perderlo.

Mas, en su ambición mal calculada, y con su asombrosa capacidad para convertir todo lo que toca en catástrofe, se precipitó con el independentismo para conseguir en 2012 la mayoría absoluta, y aniquilar a ERC; pero los catalanes prefirieron el original a la copia, y de Convergència ya no queda ni el nombre, ni el líder, ni la alcaldía de Barcelona, ni el grupo parlamentario en el Congreso, ni la sólida mayoría que solía tener en el Parlament.

«Hay una conspiración»
Artur Mas

Sólo queda esta truculenta parodia de la política que es Quico Homs, unos nuevos dirigentes que limitan con la incapacidad técnica, y este Puigdemont que cree que el mundo es su pueblo. Y cada vez que Convergència avanza en su radicalización, resulta menos creíble y más votos se van a Esquerra; y cada vez que intenta regresar a sus transacciones originales, se le ven las costuras de rotondera, y más que rabia, da pena.

Mas dijo el lunes que hay una conspiración para destruirle a él y a su partido, y el jefe de informativos de Cope, José Luis Pérez, le dio la razón: «La conspiración existe y es usted». El expresidente de la Generalitat es un caso único en el mundo civilizado. No sabemos de ningún político que haya podido destruir tanto en tan poco tiempo. Es una proeza de la fatalidad. Se reinventó lo atroz.

Como Norma Desmond en Sunset Boulevard, Convergència está arrasada, y todos menos ella lo pueden ver. El patetismo de sus penúltimos espasmos por volver a ser alguien, y el drama de su capital humano, con líderes que parecen una broma de la oposición, la conducen hacia el naufragio.

Asistiremos todavía a excesos postreros. Las cosas en Cataluña empeorarán antes de ir mejor. Será una muerte lenta y con dolor.

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