Todo irá bien

Matar a Torrent

Lo que queda de Convergència trata a la desesperada de cazar a ERC, primera en las encuestas

Salvador Sostres

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Y aún hay quien cree que esta guerra es contra España. Puigdemont quería matar a Torrent –el casi seguro candidato de ERC a la Generalitat– o bien situándolo en la desobediencia y por lo tanto en la inhabilitación; o bien haciéndolo quedar como un colaboracionista ante los más aguerridos independentistas. Consiguió ayer lo segundo.

Si Junqueras quiso matar a Puigdemont el año pasado haciéndole quedar como un regionalista por convocar elecciones autonómicas el 25 de octubre, y Puigdemont, por no quedar como tal, cometió la locura de declarar una independencia que él era el primero que sabía que no tenía preparada , pensando absurdamente que el Estado se sentaría a negociar; ayer Torrent acreditó más temple y más inteligencia y no se dejó empujar al precipicio. Revocó con el PSC la delegación de voto de Puigdemont y de los presos de Junts per Catalunya.

De un lado, quedó claro que el juez Llarena acierta manteniendo en prisión a los diputados de JxCat , porque evidentemente encarnan la amenaza de la reiteración delictiva; pero del otro, constatamos también con nitidez que la actitud de Junqueras y de Romeva es manifiestamente la contraria y que tal vez sus medidas cautelares podrían ser revisadas.

Lo que queda de Convergència trata a la desesperada de cazar a Esquerra, que ha tomado la delantera en las encuestas. Además, Puigdemont necesita tensión y colapso para que su llama no se apague.

«La CUP, como la FAI, aparece y desaparece, pero siempre con recuento de cadáveres»

El «procés» es la continuación de la vieja disputa entre la Lliga y Esquerra, hoy con los papeles intercambiados. Puigdemont es Companys y Junqueras una suerte de Cambó rural. La CUP, como la FAI, aparece y desaparece, pero siempre con recuento de cadáveres.

Y así las cosas, ni existe una mayoría de catalanes independentistas ni la mayoría de diputados independentistas que hay en el Parlament tiene una articulación política viable. JxCat, como siempre hicieron Pujol y Mas, ha preferido anteponer su agenda partidista –y en el caso de Puigdemont, personal– a cualquier proyecto colectivo. Lo mismo hizo la CUP a principio de legislatura. Aunque los diputados suspendidos insistan en tratar de criminalizarle, el juez Llarena no es el culpabl e sino el espejo del tam-tam tribal que ha caracterizado al catalanismo político siempre que ha huido de la moderación y del posibilismo.

El independentismo se ha derrotado a sí mismo porque tiene unos líderes de tercera regional: aldeanos, arrogantes, cobardes, milenials de esos que sus padres nunca les pegaron una bofetada y que por lo tanto es imposible que entiendan qué es un Estado.

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