PINCHO DE TORTILLA Y CAÑA

La nueva apuesta

Los podemitas se han adherido a la molicie del poder como percebes a la roca y para sacarlos de ahí hará falta algo más que un puñado de reformas estructurales, por indigestas que le sean

Pablo Iglesias, en la bancada gubernamental del Congreso Efe
Luis Herrero

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Me parece que voy a perder el pincho de tortilla y caña que aposté en esta columna la semana pasada . Mi tesis era que tan pronto como Sánchez se comprometiera a seguir la política de austeridad que la Unión Europea quiere transar con los Gobiernos del sur a cambio de ayuda económica para salir de la crisis, Podemos pondría rumbo a la bancada de la oposición para capitalizar en beneficio electoral propio el cabreo de los damnificados. Dije incluso que si el sacrificio que se exigía era demasiado oneroso, Iglesias no se comería el turrón en La Moncloa. En los últimos siete días, sin embargo, han pasado algunas cosas que me hacen pensar que estaba equivocado. Los podemitas se han adherido a la molicie del poder como percebes a la roca y para sacarlos de ahí hará falta algo más que un puñado de reformas estructurales, por indigestas que sean para el aparato digestivo de un paladín de la izquierda.

Sigue siendo cierto que hay muchos actores de la escena pública, indígenas y extranjeros, que quieren a Podemos fuera del banco azul. En Europa, Merkel está muy activa. Alemania tiene grabadas en la culata de su revolver las muescas de Papandreu, Berlusconi y Varoufaquis. Ahora quiere la de Iglesias. En su cruzada cuenta con la complicidad de los socialistas del norte. En el interior, al margen del lobby empresarial y de los partidos del bloque de la derecha —cuya animadversión a las recetas de un proyecto totalizador partidario de imponer el predominio del sector público viene de fábrica—, hay un sector de la izquierda moderada, dizque capitaneada por Felipe González, que también trabaja en la misma dirección. Podemos no es solo un obstáculo para facilitar una salida ortodoxa a la crisis económica, también es una amenaza para la preservación del Régimen del 78 y un elemento dinamizador de la crispación política.

«La cúpula del PP da por hecho que habrá Presupuestos Generales con PSOE, Podemos, Cs, PNV, Navarra Suma, Nueva Canarias, PCR y Teruel Existe»

Todo hacía pensar, dadas las circunstancias, que el fin de la aventura de los socios de coalición del Gobierno estaba tocando a su fin. Pero hete aquí que se han producido tres hechos inesperados. El primero, que Sánchez se ha constituido en defensor acérrimo del acuerdo suscrito con Podemos . Juntos, dijo el miércoles pasado, han salvado 450.000 vidas. No quiere soltar lastre para salvarse en solitario. Al menos, de momento. El segundo, que Iglesias se ha mostrado dispuesto a rebajar los términos fundacionales del pacto suscrito con el PSOE para allanar la negociación con Bruselas. No hay ninguna diferencia semántica entre cabalgar contradicciones y tragarse sapos del tamaño de conejos. El tercero, que Ciudadanos y UPN están dispuestos a pactar los Presupuestos con el Gobierno si las rebajas programáticas de Podemos son lo bastante significativas y Sánchez abjura públicamente de su «affaire» con ERC.

Uno de mis espías paraguayos de oído más fino escuchó el miércoles pasado, en la séptima planta de Génova, que la cúpula del PP da por hecho que habrá Presupuestos Generales del Estado con el voto a favor de PSOE (120), Podemos, (35), Ciudadanos (10), PNV (7), Navarra Suma (2), Nueva Canarias (1), PRC (1) y Teruel Existe (1). Con esos 177 votos no haría falta el concurso ni de Más País, ni de Compromís, ni de Ana Oramas. Y, por supuesto, tampoco el de los independentistas catalanes, gallegos o vascos. Sería una extraña coyunda, desde luego, pero sus artífices podrían esgrimir el estado de necesidad dictado por la pandemia para vender su concurso como un tributo patriótico a la causa nacional del bien común dada la gravedad de la crisis. De ese modo, Podemos podría seguir en el poder dos años más, reservándose el derecho de abandonar a Sánchez en el momento más conveniente para sus intereses electorales.

Ciudadanos, por su parte, ganaría tiempo para tratar de encontrar un lugar al sol en el centro del tablero político y Navarra Suma, si el PSOE apostata de Bildu, podría tratar de recuperar el Gobierno foral. Sé que la teoría parece demasiado alambicada. ¿Pero hay alguna otra que no lo sea? Pincho de tortilla y caña a que, si la premisa es que Sánchez e Iglesias se niegan a romper, no encontrarán ninguna menos barroca.

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