La hermana Mari Carmen, 37 años entregada a las mujeres en Malí: «¡Aquí estoy la mar de feliz!»

La religiosa es la única española de las siete que atienden cada día a jóvenes en una casa de acogida en Bamako

La hermana Mari Carmen, de los Religiosos de María Inmaculada RICARDO PÉREZ/MDE
Jaime G. Mora

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Nació en La Victoria, un pueblo de Córdoba, pero ha pasado los últimos 37 años en Malí. «¡Aquí estoy la mar de feliz!», dice. La hermana Mari Carmen , de los Religiosos de María Inmaculada, «las del servicio doméstico, que nos dicen en España», es la única monja española de las siete que atienden cada día a unas 500 chicas de entre 12 y 23 años que acuden cada día a la casa de acogida que regentan en Bamako.

Las chicas que están internas en el orfanato, algo más de doscientas, aprenden a hacer labores como cocinar o coser. «Nuestra misión es formar a las jóvenes para la sociedad», explica la hermana Mari Carmen. «Las niñas salen de aquí con empleo», dice con orgullo. «Mira, estas son mis niñas: les enseño a planchar, a higienizarse... Podéis hacer fotos, les encantan las fotos».

RICARDO PÉREZ/MDE

El orfanato, construido por Manos Unidos y financiado por oenegés y la Diputación de Córdoba, tiene tres comedores —dan a las chicas que se acercan un bocadillo de judías, «les da mucho hierro»—, una sala donde arreglan la ropa, un par de salas para dar clases, un ordenador con internet, una capilla, habitaciones con seis camas por cada una y una guardería.

«Los matrimonios son forzados. Con 13 años las niñas ya son madres» , cuenta la religiosa. «No han dejado de dar la teta cuando ya están de nuevo embarazadas. Con veintipocos años ya tienen 7 hijos. Yo les intento explicar que hay maneras de controlarlo, pero no hay manera». La casa de acogida ayuda a las chicas con sus hijos. «Dejan a los niños en la guardería, porque los padres se desentienden de ellos, y así pueden ir a clase».

RICARDO PÉREZ/MDE

Otras de las internas trabajan como empleadas del hogar, y con el dinero que ganan los meses que trabajan pagan sus cosas. En el orfanato solo duermen, aprenden y se alejan de las miserias que les esperan no muy lejos de allí. «Les buscamos becas y ayudas, y las colocamos cuando salen de aquí». Los alimentos que hacen –pasteles para bodas, sandwiches– los venden a un precio más competitivo que los fabricantes y con eso compran más material para cocinar. La casa de acogida de la hermana Mari Carmen es una de las cuatro que hay en Malí.

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