La guerra abierta entre Podemos y PSOE impide su diálogo a corto plazo

«No volveremos a llamarles ni hoy, ni mañana. Hace falta un tiempo de enfriamiento», advierte Ferraz. Solo hay dos meses antes de las elecciones

Sánchez, «profundamente decepcionado» con Iglesias Isabel Permuy/ ATLAS
Ana I. Sánchez

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«Aquien me eche un pulso le romperé el brazo». Esta conocida frase que utilizaba Felipe González cuando era presidente del Gobierno, pareció guiar los pasos dados por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en los últimos días. Con una diferencia. González la utilizaba como mantra cuando ocupaba La Moncloa, pero Sánchez es solo un aspirante a revalidar el título e Iglesias ni siquiera puede esperar un asiento en el Consejo de Ministros. Cuando poco antes de la segunda votación de investidura Podemos decidió abstenerse y frustrar la elección de Sánchez , los dos perdieron el pulso. Los dos acabaron con el brazo roto.

La estrategia seguida en las últimas horas por el PSOE y la formación morada condujo irremediablemente ayer al Congreso a rechazar por tercera vez en la historia de la democracia a un candidato a presidente del Gobierno. El secretario general del PSOE tan solo obtuvo 124 votos a favor en la segunda votación (PSOE y el Partido Cántabro) frente a 155 votos en contra (PP, Cs, Vox, JpC y CC) y 67 abstenciones (Podemos, PNV, ERC, Bildu y Compromís). En las 48 horas que tuvo desde la primera votación, Sánchez no logró mover al «sí» a ninguno de sus socios de la moción de censura, ni tampoco que PP o Cs optara por la abstención.

Sin precedentes

A este fracaso, se añade que es la segunda vez que la Cámara baja le dice «no» a Sánchez. El candidato socialista volvió a hacer historia al convertirse en el candidato a presidente con los peores resultados de la democracia: dos investiduras fallidas de las tres que han tenido lugar en España con las cifras de apoyos más bajas registradas. Ni siquiera lograba alcanzar los 131 síes que obtuvo en la legislatura fallida de 2016, a la que se presentó de la mano de Ciudadanos.

Hasta llegar al momento de la votación, la mañana fue trepidante. Iglesias intentó giros finales hasta el último minuto , pero sin éxito. Primero lanzó una nueva oferta a los socialistas, con el cuerpo central de la anterior, que fue rechazada sin pestañear desde Ferraz. Iglesias quería negociar más que frustrar la investidura e IU le presionaba para buscar una salida. Pero el líder de Podemos no quería claudicar y buscaba una coartada que le permitiera votar a favor de Sánchez sin caer en la rendición. Ya no había margen. El vicesecretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos , empezó a llamar al portavoz de ERC, Gabriel Rufiá n, y al de Compromís, Joan Baldoví, para exponer que la investidura no saldría adelante por culpa de Podemos. Buscaba ablandar su discurso hacia Sánchez y endurecer su posición frente a Iglesias. La colegiada de IU, mientras tanto, decidía abstenserse en la votación, aunque Podemos votara en contra. Más presión para el líder morado.

Rufián, mediador

Los intentos de mediación se sucedieron desde el miércoles. Rufián telefoneó por la noche a Ábalos, al coordinador general de IU, Alberto Garzón , y al propio Iglesias, intentando buscar una solución que despejara la investidura. No lo logró. Lo volvió a intentar el jueves por la mañana. Iglesias ni siquiera le cogió ya el teléfono. Hubo más intentos. En el último intento, IU pidió a la Mesa del Congreso un receso mayor de lo habitual antes de la votación, para intentar hacer reflexionar a Iglesias, pero fue una petición informal y no siguió su curso.

Sin autocrítica

Comenzaba la sesión. Sánchez arrancó dando por perdida la votación y repartiendo las culpas del fracaso sin realizar asomo de autocrítica. Fundamentalmente cargó la responsabilidad en Podemos y, en concreto, en la persona de Pablo Iglesias. «Sigue sin querer entender que hace falta un Gobierno. Un Gobierno. Un Gobierno coherente y cohesionado. No dos gobiernos en un Gobierno», le reprochó. «Puede que la oferta no fuera lo que usted deseaba, pero le hemos hecho una propuesta respetuosa, correcta y sensata», defendió.

También repartió culpas entre el PP y Ciudadanos por no abstenerse. Volvía a aparecer un nuevo desdoble de personalidad, entre el Pedro Sánchez líder de la oposición que en 2016 achacó al candidato Mariano Rajoy la responsabilidad exclusiva de no lograr los apoyos para ser investido, y el Pedro Sánchez presidente en funciones que se consideraba víctima de la incapacidad del resto de líderes de llegar a acuerdos. El líder del PP, Pablo Casado , no se arrugó. «Usted exigía que le extendiéramos un cheque en blanco», reprochó. «No puede seguir jugando a la ruleta rusa con nuestro futuro y encima pedirnos que pongamos la bala», advirtió. Cerró su intervención defendiendo que «solo nos debemos a España y su gobierno sería una amenaza para su futuro». El líder de Cs, Albert Rivera , también cargó. «Los españoles no se merecen ni este espectáculo ni esta banda ni un presidente como usted», subrayó. «Han intentado repartir España como un botín» porque «no se han peleado por las políticas, solo se han pelado por los sillones», argumentó.

Lo que ni Sánchez, ni Casado, ni Rivera se imaginaron es que, a continuación, Iglesias lanzara un intento de negociación «in extremis» desde la tribuna de oradores. Renunció al Ministerio de Trabajo a cambio de las políticas activas de empleo. Un movimiento que acompañço de reproches. «Les apoyamos a cambio de nada para hacer un gobierno en este país. Al menos por eso mereceríamos en sus palabras y en su tono hacia nosotros, respeto», criticó.

En clave electoral

El Gobierno interpretó su oferta como puro teatro y Sánchez respondió negando con la cabeza. Iglesias, tocado, optó por pedirle una nueva negociación antes de ir a elecciones. Sánchez escuchó con gesto duro. Y es que en su discurso previo, el candidato había dejado ver que tiene muy presente la posible convocatoria de comicios. «Si para ser presidente del Gobierno tengo que renunciar a mis principios y a sabiendas de que no será útil a mi país, yo no seré presidente ahora», subrayó. Un mensaje en clave de relato electoral. Ayer por la tarde no había ambiente en el PSOE de volver a la negociación con Podemos. «No volveremos a llamarlos ni hoy ni mañana. Hace falta un tiempo de enfriamiento. Ni siquiera sabemos si volveremos a la negociación», explicaban fuentes de Ferraz.

La sensación en la dirección socialista es que alcanzar un Gobierno bicolor era difícil de partida, pero que Iglesias ha terminado por hacerlo imposible. La vicepresidenta, Carmen Calvo, fue muy clara al abandonar el hemiciclo tras la votación. «Solo cabe una reflexión, y es que Podemos ha impedido por segunda vez la elección de un presidente de Gobierno socialista». No en vano, el resultado de la votación destrozó completamente la relación. Y hará falta tiempo para reconstruirla. El plazo, sin embargo, es finito. Los partidos disponen hasta el 23 de septiembre para investir a un candidato. Si no lo consiguen, el Rey disolverá las Cortes y convocará elecciones para el 10 de noviembre.

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