Drogas-confidentes, un binomio ya visto en el 11-M

El imán de Ripoll estaba cumpliendo cárcel por narcotráfico cuando pudo ser «fichado» como colaborador

Abdelbaki Es Satty

L. L. C.

Los Cuerpos de Seguridad descubrieron que en el 11-M había implicados algunos de sus confidentes, a los que en su día habían fichado por una condición muy distinta: ser delincuentes comunes. Normalmente, trapicheadores o traficantes de drogas. La misma práctica por la que había sido condenado Abdelbaki Es Satty cuando fue «contactado» por el CNI en la cárcel en una visita en la que no está claro si se abordó o no que se convirtiera en «soplón»

La relación con el mundo de los estupefacientes fue también por lo que la Guardia Civil contó en su momento como informador con Rafá Zouhier, el hombre que suministró los explosivos para los atentados yihadistas de 2004 en Madrid, hecho por el que acabaría cumpliendo diez años entre rejas. Salió en libertad en marzo de 2014.

Conviene no perder de vista que la gestión de este tipo de «colaboradores» conectados con las peores cloacas conlleva riesgos, empezando por la tendencia aparentemente generalizada que tienen a transmitir como si fueran ciertas sus fabulaciones , lo que obliga a cotejos y tareas de contraste para las que no siempre hay recursos.

El método clásico para fidelizarles ha sido el dinero y, cuando escasea, no faltan testimonios que aseguran en voz baja que a los confidentes se les disculpan delitos de poca monta a cambio de que ayuden a documentar otros mayores y detener a sus autores. No se les tiene en cuenta todo, ni se investiga todo lo suyo, dicen. En una tesitura así pudo haber operado Rafà Zouhier pasando inadvertido. No se sabe si también Es Satty.

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