Antonio Baños y Anna Gabriel, de la CUP
Antonio Baños y Anna Gabriel, de la CUP - EFE

Solución antes de la fecha límite del 10 de enero o elecciones en marzo

«Independencia» o «anticapitalismo», en este dilema se dividen ahora los radicales

Barcelona Actualizado: Guardar
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A estas alturas del proceso independentista catalán lo único claro son las cifras. Y las fechas. Las del empate perfecto de anoche en la asamblea de la CUP entre partidarios y detractores de Mas. 1.515. Y la del 10 de enero. Llegados a este día, si Junts pel Sí no logra que el Consejo Político de la CUP apruebe investirle, o si Mas no accede finalmente a las presiones de los antisistema y acepta no ser presidente, Cataluña irá a unas nuevas elecciones autonómicas, en marzo. Las terceras en los últimos cinco años, desde que Artur Mas recuperó la presidencia de la Generalitat para CiU en 2010.

Además de la CUP, que volverá a sondear a su militancia en asambleas locales exigiendo intimidad, las miradas se posarán a partir de hoy en la coalición de Junts pel Sí que ganó las elecciones autonómicas pero se quedó a ocho diputados de la mayoría absoluta.

A merced de la CUP.

No es probable que Mas acepte no ser el candidato a presidente. ¿Por qué hacerlo ahora si ha quedado patente que ni en la CUP hay consenso sobre su figura?

Tampoco se antoja necesario retomar las negociaciones son la CUP sobre la hoja de ruta, el plan de choque social o el proceso constituyente. Antes de la asamblea de la CUP, la candidatura que agrupa a Convergència y Esquerra dio como última oferta la que la asamblea antisistema sometió anoche a votación.

En el inicio de las negociaciones, la CUP insistió en bandear el asunto del quién debía liderar el nuevo gobierno catalán para centrarse en negociar el cómo, el cuándo, etc. Anoche, sin embargo, los dirigentes «cuperos» obtuvieron una prueba indiscutible de que, si no ellos, sí al menos su militancia, se debate, se divide en dos, en torno a la pregunta del quién. O Mas o no Mas. O Mas, o elecciones en marzo. En griterío asamblearia, los «cuperos» se repartían ayer entre los que gritaban «independencia» y los que voceaban «anticapitalismo». ¿Qué hay que primar?

Las elecciones autonómicas catalalanas se celebraron ayer hacía exactamente tres meses. Y Cataluña sigue con un gobierno en funciones.

Si algo demostró la asamblea de los antisistema es que, llegados a este punto, se imponen unos nuevos comicios. Mas hubiera podido salir investido anoche en la pista de atletismo de Sabadell por apenas diez votos de diferencia. O destronado por igual proporción de sufragios. Ni uno ni otro resultado tenía visos de ser legítimo, a juzgar por muchos comentarios de afines al independentismo que ayer volcaban su ira y vergüenza a través de twitter y otros redes sociales a medida que se iban filtrando los resultados de la asamblea antisistema.

La hora de Colau

Además de a la CUP y a Junts pel Sí, más de un soberanista, incluidos los militantes «cuperos», comienzan a mirar hacia el balcón del Ayuntamiento de Barcelona, donde preside Ada Colau. La exactivista antidesahucios, aunque en minoría, logró la vara de mando de la capital catalana con su Barcelona en Comú, la candidatura en la que se integró Podemos. En las autonómicas, Colau no participó en la campaña de Catalunya sí que es Pot, la candidatura donde volvió a acomodarse Podemos junto a ICV, pero en la pasadas generales, Colau volvió. Apoyó a Podemos, que en Cataluña se presentó bajo el nombre de En Comú Podem, y ganó los comicios en tierras catalanas. Su ticket electoral -izquierda y derecho a decidir-, venció a esquerra y Convergència. ¿Podría repetirlo en unas nuevas elecciones autonómicas con la complicidad de ERC y la CUP?

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