Coronavirus

Comprar leche más barata o pasar el domingo con la novia, las excusas absurdas en los controles

Más de 30.000 filtros en las carreteras casi sin incidencias durante el fin de semana. Los conductores se quedan en casa

El capitán Jaime Gómez en un control de Tráfico en el límite de Madrid y Toledo el viernes Maya Balanya | Vídeo: David del Río

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« ¿Dónde va usted si vive en Madrid capital?». «Voy a comprar leche ahí al siguiente pueblo que me sale cinco céntimos más barato el litro». «Dé la vuelta unos metros más adelante, en el siguiente control. Le llegará la sanción a su casa». Este diálogo es del pasado viernes, en el kilómetro 36 de la A5, en el límite entre la Comunidad de Madrid y la provincia de Toledo. Ahí la Guardia Civil instaló uno de los 30.000 controles que este fin de semana han vigilado que se cumplan las medidas de confinamiento del Real Decreto.

«La mayoría de la gente cumple, pero algunos van a lo suyo. Primero hicimos una labor informativa. A partir de ahora tenemos que sancionar», explica a pie de control el capitán Jaime Gómez, jefe del Subsector de Tráfico Madrid Sur . Los controles empezaron el viernes a las tres de la tarde en todas las vías principales de salida de las grandes ciudades y también en carreteras convencionales para evitar los desplazamientos a la casa de la playa o del pueblo.

Las imágenes que aparecieron en algunos medios con puntos congestionados no responden a esa pretendida huida masiva . No la hubo, pero los propios filtros de los controles ralentizaron en algunos momentos la circulación, dado que los agentes paraban cada vehículo. En ese punto kilométrico, los transportes seguían por el tronco principal de la calzada y el resto debían salir por la vía de servicio e identificarse y explicar el motivo de su desplazamiento.

Documentos en el salpicadero

Conductores solos en la mayoría de los casos, unos con mascarilla y guantes, otros sin nada, caras cansadas, casi todos trabajadores que volvían de su puesto a casa después de una semana de trabajo, preocupación y miedo. «Vivo en Casarrubios. Vivo en Talavera. Voy a Valmojado, a mi casa...» Un agente se acerca a la ventanilla, el viajero muestra su documento de trabajo o empadronamiento a través del salpicadero del coche y si es correcto sigue adelante.

«¿Por qué no puedo pasar el fin de semana con mi novia? Ella no conduce» . «Caballero, dé la vuelta. Está prohibido». «Hay gente que no entiende aún o no quiere entender las causas justificadas. Son los menos, pero hay», aclara el capitán Gómez.

Circulan muchas furgonetas de obreros que vuelven de Madrid, con más de una persona en su interior. Un padre lleva a sus tres niños con mascarilla y cara de susto a bordo. «Se los tengo que entregar a su madre». «Siga». Otro joven explica que no tiene el documento y pregunta al agente dónde puede conseguirlo. «Vivo en Las Ventas. Mi hermana y mi cuñado trabajan y yo cuido a mi sobrina de un año . No tienen con quién dejarla. No se la pueden llevar a mis padres, que son de riesgo». No le sancionan, pero le advierten de que tiene que justificar la causa documentalmente.

Los Reales Decretos y los Estados de Alarma son excepcionales, pero tasados. Las vidas de las personas también son excepcionales y están sujetas a miles de circunstancias. Se detiene un taxi en el control. Circula rápido. En su interior tres sanitarios pertrechados con bata blanca y mascarillas. «Es un servicio de emergencia». Nada que justificar.

Algunos parecen asustados solo por tener que detenerse. A otros les pesan los días. Los guardias reconocen solo por el aspecto quién está derrengado de trabajar y quién pretende ser el listo de la carretera.

Una mujer sola al volante de un Fiat de siete plazas dice al guardia que va a visitar a su abuela. Le pregunta dónde vive y la edad que tiene. Cambia el parentesco y asegura que en realidad va a cuidar a su madre. Tampoco le vienen los datos a la cabeza. A la tercera, cuenta que es a sus nietos a quien tiene que cuidar. Le ordenan circular unos metros y detenerse. El agente coteja en el coche patrulla la documentación de ella. No se librará de la sanción y de dar la vuelta.

El capitán, a las siete de la tarde, asegura que el tráfico es un 80 u 85 por ciento menos que un viernes cualquiera. Algunos no quieren renunciar a su casa de fin de semana; otros a ver a su familia; los hay que desprecian las medidas. «Nuestra finalidad no es sancionar, sino concienciar. A veces no es posible».

Los 800 hombres de verde con sus chalecos amarillos y su especialidad de Tráfico, esos que te ayudan y te consuelan cuando sufres un accidente, han pasado el fin de semana a la intemperie, como siempre. Anoche su territorio eran las entradas de Madrid. Pocas incidencias. Carreteras vacías. Gana el sentido común.

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