Manuel Marín

Chulerías

Manuel Marín
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Lejos queda ya aquella figura de Francesc Homs, Quico para los aduladores, que en 2005 llegó al Congreso desde el Parlamento catalán como el mediador ecuánime y ponderado de CiU para poner orden en una reforma del Estatut varada en un bloqueo interminable. Homs llegó a Madrid de la mano de otro enviado especial, Joan Ridao (ERC), asimilado también por algunas corrientes periodísticas a una irresistible mesura y a un envidiable equilibrio político comparado con Carod-Rovira. Lograron un asombroso enamoramiento mediático del Estatut, pero ya es de sobra conocido en qué quedó aquel pastiche jurídico promovido por Rodríguez Zapatero, y cómo Artur Mas le obligó a aprobarlo con nocturnidad, ocultándoselo al entonces presidente de la Generalitat, el socialista José Montilla.

Homs fue elevado a la categoría de reputado estadista, a quien el Tribunal Constitucional no se atrevería a corregir una coma, de tanta precisión jurídica y perfección estatutaria como destilaba.

El de ayer sentado en el banquillo del Tribunal Supremo era otro Homs. Era el verdadero Homs, ya resignado a su estatus de corderillo sacrificado, capaz de inmolarse por la causa del separatismo más victimista y chulesco. Con una soberbia innecesaria, se encaró sin motivo con el fiscal, al que afeó una interrupción porque eso no es lo que «me enseñaron en mi casa». Pero Manuel Marchena, presidente del Tribunal y con más millas de toga que Artur Mas y Homs juntos en sus cadenas humanas por la secesión, le recordó algo tan evidente como que no estaba en su casa, sino en el banquillo de los acusados del Supremo. Todo es desprecio acomplejado y arrogancia sobreactuada en este independentismo delirante… hasta que un juez manda callar. Esa es la alegoría del abuso separatista: el silencio sumiso cuando la voz de la autoridad se hace oír.

¿Chulerías? Para Homs, la farsa del 9-N no era una «consulta», sino un “proceso participativo” imputable a 40.000 voluntarios. Para Homs, una providencia no es una resolución judicial. Y para Homs, la decisión del TC no tenía carácter prohibitivo. Homs sonreía la noche del 9-N. Ayer, no tanto. Con semejantes argumentos…

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