Manuela Carmena
Manuela Carmena - Ignacio Gil

La política de los cuidados

Carmena contó que alguien del Partido Popular le preguntó que cómo era posible que fuera comunista siendo tan inteligente

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«Ya llegaremos. Vamos en metro. Aunque total, por una parada…», avisó alguien del equipo de Manuela Carmena a la organización del Foro ABC. Salió la alcaldesa del ayuntamiento y unas señoras la señalaron: «Mírala, mírala». Sólo faltaban Ana Belén y Víctor Manuel cantando. Eran unas valencianas que se habían acercado a la puerta por si veían a Carmena. Y se les apareció. La aparecida, tras las fotos, se encaminó a la parada de autobús (el metro no tenía sentido), cogió el 52, se bajó en Sevilla y llegó al Casino de Madrid caminando junto a Rita Maestre, a quien todo el mundo (tan amable) preguntaba por su padre. Llegaron muy puntuales. Carmena debe de ser la primera invitada de estas conferencias que acude en autobús

. Al acabar el almuerzo, se apoyó en el atril y empezó a hablar: «Muy bien, pues lo primero que se me ocurre decir es buen provecho, una alocución muy bonita que antes se decía más». Una alocución de reina. Contó que alguien del PP le preguntó que cómo era posible que fuera comunista siendo tan inteligente. Se dirigió a todos esos empresarios como si fuera Cesar Millán, el encantador de perros: «Tranquilos, yo no soy comunista, no tengan miedo». Aunque lo mismo Enrique Cerezo y Florentino Pérez no estarán tan tranquilos si va a subirles el IBI. La pena es que no los veo cantando el hit de Lucía Lapiedra: «No me subas el IVA, bájame las…. (la ropa interior inferior femenina)».

Tuvo Carmena un apartado para la prensa. Le preocupa muchísimo la confrontación. Reveló que una periodista muy joven la esperaba todos los días y al final acabó confesando: «Tengo que conseguir una foto subiéndote a un coche para demostrar que mientes cuando dices que vas en transporte público». Lo más gracioso (to er mundo é güeno y Carmena más) fue la reacción de la alcaldesa, que no contó en el foro porque es humilde (Golda Meir le diría lo de «no seas humilde, no eres tan grande»). La reacción: «Mira, hoy voy a coger el autobús. Pero, si quieres, mañana a las 8.30 tengo que ir a un sitio en coche».

Las buenas intenciones también son ejecutivas. Hay unos funcionarios que se presentan en las tiendas: «Somos funcionarios del Ayuntamiento. ¿Qué podemos hacer por usted?». Inmediatamente me acordé de Ronald Reagan cuando decía aquello de que las palabras más aterradoras eran: «Soy del Gobierno y estoy aquí para ayudarles».

Ahora Madrid debería cambiar el nombre por Vamos a ir viendo, que es el lema de la alcaldesa. Tiene otro: ¿Y por qué no? Este es más tipo Diana Vreeland. Si la editora de 'Harper’s Bazaar' se preguntaba por qué no llevar sombreros de frutas, Carmena se pregunta por qué las servilletas de los bares no tienen dibujos del Ayuntamiento de Madrid.

Como le dan mucho miedo las ideologías pero le gustan mucho las ideas, cuando pilla una nueva se la apropia. Habló de la «economía de los cuidados», un concepto que, aseguró, viene en la última Encíclica. «Es cuando una persona se preocupa de otra y tiene presente su bienestar», explicó. «Yo quiero hacer política de los cuidados». Recordó el derrumbamiento del edificio de Tetuán. Que estaba allí para decir a los vecinos que no se preocuparan, que el ayuntamiento los iba a mandar a un hotel. «¿Esto quién lo paga?», le preguntó un filipino. Y ella: «El ayuntamiento, que tiene la obligación de cuidar de los vecinos cuando sufren una desgracia. Fue muy hermoso». A la Transición la califica como «preciosa». Contestó todo lo que se le preguntó menos lo que tenía que ver con Cataluña. También podría haber dado una respuesta de jardines a lo Mister Chance. Porque Carmena tiene un poco de Mister Chance y un mucho de la Phoebe de 'Friends'.

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