Joan Tarda Coma
Joan Tarda Coma - José Ramón Ladra
análisis

Otra patada en en el culo

La ridiculización extrema de los argumentos electorales a favor de la secesión es un insulto incluso para sus propios votantes

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La «patada en el culo» con la que el diputado de ERC Joan Tardá quiere obsequiar al resto de españoles es la sintomática expresión de cómo su partido, y la lista secesionista en la que se ha integrado con Artur Mas, gobernarían su delirio de una Cataluña independiente. Lamentablemente, no es solo una gráfica expresión de pésimo gusto empleada después de saber que una dirigente de Vox convalecía tras una paliza a base de patadas en la cara y el hígado. Quizás sea un recurso dialéctico anecdótico utilizado por Tardá para disfrutar, una vez más, de un minuto de gloria en la tribuna del Congreso. Conocidos sus antecedentes y la eterna permisividad con sus excesos, conviene escandalizarse lo justo.

Pero resulta preocupante, como indicio de lo que pretende «Juntos por el sí», la agresividad que subyace en un discurso político excluyente y basado en una aversión cuasi enfermiza que, para suerte de los catalanes, no es recíproca en el resto de España.

Han creado un caldo de cultivo emocional tan generador de victimismo y odio a lo español, con la expectativa de generar una corriente pareja de antipatía del resto de españoles que justifique la tensión vital en la que necesita vivir el secesionismo, que los excesos en las formas les han llevado a diseñar una campaña grotesca que caricaturiza su propio desafío.

Para el independentismo, el argumento de que «España nos roba» ya está suficientemente interiorizado y superado en su favor. Es una batalla de opinión que pese a la objetividad de los datos que confirman a Cataluña como la autonomía que más dinero e inversiones recibe del Estado, han ganado. Pocos catalanes no se sienten agraviados o maltratados con el dinero público. Sin embargo, resulta tan nítidamente abusivo y engañoso argumentar que en una Cataluña separada de España, de la Unión Europea y del euro no habría deuda, no habría paro, las empresas ganarían más dinero y hasta se curaría el cáncer, que «Juntos por el sí» terminará movilizando a mucho perezoso indolente por el «no» que históricamente decidía abstenerse en las autonómicas, aunque votase en las generales.

La ridiculización extrema de los argumentos electorales a favor la secesión es un insulto incluso para su propios votantes. «Tenemos prisa, la gente pasa hambre», ha dicho sin rubor ni conciencia un candidato de las CUP incapaz de abochornarse contemplando el drama que dibujan los rostros reales de quienes ven agotadas sus esperanzas bajo la miseria de unas alambradas en Hungría. Hasta los simpatizantes de las CUP saben que miente porque ni siquiera la demagogia propia de los partidos extremistas es digerible para todos los estómagos. La independencia no debería ser argumento para una campaña éticamente tan inmoral.

Tampoco es creíble diseñar argumentarios para presentar a Artur Mas como un adalid contra la corrupción. Mantiene sedes embargadas judicialmente, Oriol Pujol tuvo que renunciar a la dirección de CiU cuando era CiU y no solo Convergencia, el talón corrupto del 3 por ciento continúa vigente entre registros y sospechas, y Mas permitió a Jordi Pujol y su familia mofarse de todo el Parlamento catalán bajo la sentina de fortunas en paraísos fiscales, comisiones sin control… y una herencia inexistente, e inventada para sofronizar al catalanismo y recordarle que aún tiene una cuenta pendiente con el «molt honorable».

¿Tienen claro ERC o Tardá, por otro lado, que Artur Mas va a respetar realmente el plan de una declaración unilateral de independencia? Junqueras nunca se fio lo suficiente de él y la lista de «Juntos por el sí» no parece todo lo armónica que simula ser. Una mayoría que no fuese absoluta sería un fracaso, y el guirigay ideológico con el que se ha compuesto esa candidatura haría agua en pocos meses entre reproches mutuos y culpas. Y en el supuesto de lograr esa mayoría suficiente para abocar a los catalanes a un plan de abierta desobediencia institucional e ilegalidad jurídica, ¿la patada en el culo incluiría a esa base mínima del 40 por ciento de catalanes que con seguridad va a votar con criterios de respeto a la Constitución? Demasiada gente que patear. Eso sí… «Juntos por el sí» ya ha adelantado que les permitirán hablar en castellano. Es un avance.

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