«Si el túnel llega a ser 15 centímetros más bajo, no hablaríamos por teléfono»

«Si [el túnel] llega a ser quince centímetros más bajo, no hablábamos por teléfono». Lo cuenta Raúl Ramírez, uno de los miembros de la agencia Viajes Livingstone que viajaban en el autobús siniestrado en Lille la pasada madrugada, procedente de Bilbao, con más de medio centenar de jóvenes vascos a bordo.

Habían salido a las tres de la tarde del sábado de la capital vizcaína. Tras una parada en San Sebastián, para recoger a dos chicos, pusieron rumbo a Ámsterdam en el autocar de la compañía Alba, con sede en Bermeo. Todo transcurría con normalidad hasta que, sobre las 5.30 de la madrugada del domingo, el conductor enfiló un túnel demasiado baja a las afueras de Lille y el vehículo, tras perder bruscamente su cubierta, quedó empotrado.

«Casi todo el autocar iba dormido. Fue rapidísimo. Un golpe fuerte que nos despertó a todos. Había polvo y hierros por todas partes», describe Ramírez. Ayudados con linternas fueron apartando los escombros para despejar los pasillos y separando a los ilesos de los heridos. «Por instinto se ha hecho».

Primero recibieron la ayuda de ciudadanos de la zona, hasta que rápidamente llegaron las autoridades. Los sanitarios se emplearon a fondo para practicar chequeos «in situ». Los heridos fueron trasladados a hospitales y quienes se encontraban bien a un polideportivo, donde han afrontado un día complicado.

«Están dando vueltas, hablando, pasando el susto», cuenta el integrante de Viajes Livingstone. Y deseando volver a casa, un trámite que, explica Ramírez, está agilizando el consulado. «Ha habido suerte», resume.