Yihadistas del Estado Islámico con su bandera
Yihadistas del Estado Islámico con su bandera - abc

Siria, destino maldito para periodistas

Cuatro años y más de 200.000 muertos después, el mosaico de milicias rivales impide adivinar cuándo acabará la guerra y cuál será su desenlace

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Damasco, Alepo o las ruinas de Palmira, hasta 2011 destinos privilegiados del turismo occidental, son hoy decorados fantasma de una de las guerras civiles más desgarradoras de la era moderna. Las cifras son reveladoras: más de 200.000 muertos en más de cuatro años de conflicto (en una población original de 22 millones), cuatro millones de refugiados en los países vecinos, siete millones de desplazados internos por la guerra.

No es solo la brutalidad de la guerra fratricida lo que disuade al viajero. Es la volatilidad de las fronteras y el desconcierto ante el enemigo real. ¿Quién lucha contra quién? ¿A quién obedece cada una de las centenares de milicias locales que pugnan por el control de cada pedazo de tierra en Siria?

Los analistas se esfuerzan por trazar líneas divisorias y establecer tendencias en el conflicto, que tiene momentos más serenos y sarpullidos letales. En términos globales, los islamistas han obtenido importantes avances en los últimos meses tanto en el norte de Siria como en el corredor central del país.

Según el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), los próximos meses seguirán siendo más beneficiosos para los rebeldes que para las fuerzas del régimen de Bashar al Assad. Pero en las filas de los insurgentes sigue cundiendo la cizaña: los yihadistas de Estado Islámico (EI) y Al Nusra (franquicia de Al Qaida) están divididos; en unas localidades luchan entre sí, y en otras se unen contra las fuerzas de Damasco o contra otros grupos rivales. Estados Unidos y Europa apoyan a los grupos rebeldes supuestamente «moderados», pero las únicas proezas las llevan a cabo los rebeldes kurdos del norte, en su toma y daca con los islamistas de EI. Las grandes urbes, Damasco, Alepo y Homs, son hervideros de milicias, que cambian su control del territorio con facilidad pasmosa.

La internacionalización del conflicto añade otro elemento de desconcierto al caos sirio. Irán apoya al régimen chií de Al Assad, tanto de modo directo como por intermedio de la milicia libanesa proiraní de Hizbolá, que también pone sus muertos. Arabia Saudí y los países del Golfo apoyan a los rebeldes islamistas suníes. Estados Unidos respalda a los «moderados» e inoperantes milicianos del Ejército Libre Sirio, y -pese a la cólera de Turquía- a los kurdos, que sueñan con su propio Estado sobre las ruinas del que hoy se desploma.

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