Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre
Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre
Tres españoles desaparecidos en Siria

Los periodistas, objetivo de la campaña del terror yihadista

Los integristas han secuestrado en 2014 como mínimo a 27 periodistas en Siria

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«Matar al mensajero» es ya una máxima de la campaña terrorista de Estado Islámico (EI) y otras organizaciones yihadistas en Siria e Irak. La desaparición de tres periodistas españoles cuando trabajaban en Alepo ocurre tras una larga serie de raptos de informadores. Aunque no solo de periodistas se nutren las celdas de estos sanguinarios integristas, que también han capturado a turistas, trabajadores sociales y simples ciudadanos.

Los yihadistas ven un doble beneficio en esta industria del secuestro: les permite exhibir ante Occidente sus acciones terroristas amedrantadoras; y al mismo tiempo les sirve como fuente de ingresos en los casos en que los raptos acaban en negociaciones con los gobiernos y en el pago de millonarios rescates. Según Reporteros Sin Fronteras, 27 periodistas fueron secuestrados en Siria en 2014, de los que unos veinte seguían cautivos a fines del año.

Los yihadistas de EI secuestraron el 16 de septiembre de 2013 a Marc Marginedas («El Periódico»), Javier Espinosa («El Mundo») y Ricardo García Vilanova (independiente) en la provincia siria de Raqqa, cuando se dirigían a la frontera con Turquía para abandonar el país. Fueron secuestrados junto con combatientes del Ejército Libre Sirio que les ofrecían protección. Tras varias semanas de negociaciones secretas, Marginedas fue liberado el 2 de marzo de 2014, y Espinosa y García, el 30 de ese mismo mes, después de 194 días de cautiverio.

Sin embargo, tal vez por haber sido el primer rehén de EI ejecutado ante las cámaras, el caso del fotoperiodista estadounidense James Foley fue el que más movilizó a la opinión pública mundial. Foley había sido secuestrado en noviembre de 2012 en el norte de Siria. En agosto de 2014, EI difundió un vídeo en el que un verdugo con marcado acento londinense -el famoso «Jihadi John»- le cortó la cabeza tras asegurar cínicamente que Obama era el responsable del asesinato.

En esa misma filmación, EI exhibió a otro periodista capturado, el estadounidense Steven Sotloff, quien fue degollado pocos días después y su asesinato filmado en un nuevo vídeo titulado «Segundo mensaje a América». A partir de entonces, el grupo yihadista apeló al «efecto cadena»: después de asesinar a Sotloff, filmó la amenaza de muerte al ciudadano británico David Haines, cooperante de una agencia humanitaria francesa que fue decapitado once días después.

La cuarta víctima en la saga fue el turista francés Hervé Gourdel, secuestrado en Argelia por el grupo Soldados del Califato -vinculado a EI- y asesinado el 24 de septiembre de 2014 en represalia por los ataques aéreos de Francia sobre Irak. Su cuerpo fue hallado tres meses más tarde. Al asesinato de Gourdel le siguió el del británico Alan Henning, un taxista que trabajaba como voluntario en Siria y que fue decapitado en octubre de 2014. El caso Henning desató un fuerte debate en la prensa del Reino Unido acerca de cómo debían tratarse los violentos actos de propaganda de EI.

Los siguientes en la lista fueron el periodista japonés Kenji Goto y su compatriota Haruna Yukawa, ambos rehenes de EI decapitados en enero de este año. Pero el caso más enigmático es el del fotógrafo británico John Cantlie, secuestrado hace más de dos años junto con su amigo Foley. Lo extraño de Cantlie es que se convirtió en presentador de Al Hayat Media, el brazo televisivo de EI. Varias entregas mostraron al británico defendiendo la «guerra santa» del califato. Por ahora, es un misterio si su adhesión a la campaña del terror es o no voluntaria.

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