Algunos de los restos encontrados en la excavación
Algunos de los restos encontrados en la excavación - abc

Las niñas desaparecidas de la calle madrileña Hilarión Eslava

Fueron muchos los acusados por el secuestro de las niñas desaparecidas de la calle Hilarión Eslava, pero hasta cuatro años después nada se supo de ellas

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El 24 de mayo de 1924 la calle de Hilarión Eslava de Madrid fue testigo de la desaparición de tres niñas, María del Val Paredes, de 6 años, Angelita Cuevas Guillén, de 7 años y María Ortega Guirao, de 10 años, todas vecinas del barrio y amigas. No se supo nada de ellas hasta que fueron encontrados sus huesos cuatro años después.

Esa mañana, alrededor de las 11, una profesora de las pequeñas, Maria Escudero, le pidió a la madre de María Ortega que le hiciese el favor de mandar a la niña al mercado «El Progreso» para comprar patatas. La madre mandó a su hija a hacer el recado de la maestra y para que no fuera sola le acompañaron sus dos amigas.

A partir de aquel momento no se las volvió a ver más, con vida.

El abuelo de una de las niñas, Angelita Cuevas, confesó poco después de las desapariciones que observó a «un hombre siniestro, enjuto, de ojos saltones, con una larga blusa blanca, con un envoltorio bajo el brazo», rondando por la zona. Según el señor, persiguió al sospechoso por el barrio de la Moncloa, pero le perdió de vista porque empezó a correr.

Fueron muchos los acusados por el secuestro de las niñas desaparecidas de la calle Hilarión Eslava. Entre los investigados se encontraba un joven cura al que se le había visto jugar con niños en el barrio, una vieja curandera con mala fama y un grupo circense de gitanos, «los titiriteros», se encontraban acampados en la Pradera de San Isidro, y se marcharaon el día de la desaparición de las niñas.

La catequista murió entre rejas

Sin embargo, las pistas más seguidas y polémicas fueron las que conducían a la profesora de las niñas, María Escudero, y a su catequista, Mercedes Morales. Se barajó la posibilidad de que ambas lo hubieran planeado y fueron encarceladas. En prisión, antes de que se descubriése su inocencia, enfermó la catequista y murió entre rejas.

Después de cuatro años de la desaparición, el 17 de febrero de 1928 se hallaron tres cráneos, tibias y otros huesos que pertenecían a las niñas, en unas obras en la calle de Cea Bermúdez esquina con Hilarión Eslava, a escasos metros de las viviendas de las desaparecidas. El lugar donde se encontraron los restos de las niñas era un terraplén de unos cuatro metros de altura repleto de excavaciones que habían dado lugar a pequeñas cuevas. Las investigaciones de la Policía afirmaban que las tres niñas se debieron introducir en una de las grutas, y poco después sobrevino un desprendimiento de tierras que atrapó a las tres amigas.

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