Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España y del PP
Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España y del PP - efe

El PP, ante el espejo

El partido con más militantes de España se enfrenta a la época más incierta de su historia

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Madrugada del 25 de mayo de 2015: las puertas de la calle Génova están desoladoramente vacías cuando Mariano Rajoy abandona la sede popular, después de una larga y amarga noche electoral. Todo ha salido mal; peor aún de lo que se esperaba. El partido con más militantes de España -pasan de 865.000, ocho veces por encima de cualquier otra formación- aborda una triple crisis: de imagen, de ideas y de poder. ¿Qué le está pasando al PP?

Después de años del fuerte liderazgo de José María Aznar, el estilo relajado de Rajoy -para el que parece haberse inventado aquello del «laissez faire, laissez passer»- ha dado lugar a situaciones ambiguas que algunos confunden con desidia o impotencia. La realidad es que Rajoy manda mucho en el PP.

La crisis de imagen viene de tiempo atrás, y mezcla dos factores a primera vista totalmente independientes. Por un lado, el contraste entre una formación tradicional -que algunos calificarían de anticuada- y las nuevas alternativas políticas, frescas, diferentes y con dirigentes que no pasan de los 35 en la mayoría de los casos.

Esperanza Aguirre
Esperanza Aguirre

Por otro, un torrente de casos de corrupción que han ido sepultando literalmente la buena fe de muchos militantes y simpatizantes. La gravedad de las acusaciones, la reiteración en los hechos, y la torpeza y tardanza a la hora de condenarlos han ido parejos.

El PP también vive una crisis de poder: los resultados electorales fueron malos en las europeas de mayo de 2014; en las andaluzas de marzo de 2015, y lo han sido en las municipales y autonómicas de mayo de este mismo año. Las generales de noviembre son una incógnita que provoca escalofríos en muchos ámbitos. Paradójicamente, el PP ha sido el partido más votado de España, y es la primera fuerza en miles de ayuntamientos y más de una decena de comunidades, pero sus apoyos no le permitirán gobernar en casi ninguna de las administraciones.

«Irreconocible»

Algunos veteranos en el partido consideran que el PP está «irreconocible». Hay, de hecho, quien desde puestos de responsabilidad y con muchos años de vuelo en la formación, consideran que esta sólo tiene dos caminos: «O va a la refundación, o desaparece». Así de tajante.

Es una propuesta que coincide con la que hizo públicamente Esperanza Aguirre, aunque en este caso los argumentos de fondo son otros: el diagnóstico obedece a una situación que se viene produciendo, aseguran, desde hace algunos años, y se ha ido deteriorando. «Aquí cada cual hace lo que quiere», indican, aludiendo a la falta de disciplina interna y la ausencia de homogeneidad en las respuestas sobre temas de actualidad y hasta en las campañas electorales que se llevan adelante. María Dolores de Cospedal, como secretaria general del partido, ocupa simultáneamente esta responsabilidad y la presidencia de la comunidad de Castilla-La Mancha, algo inabarcable, dicen, «salvo que tengas un segundo muy fuerte» que lleve el peso del partido, algo que no se da en la práctica.

La pérdida de poder territorial que han sufrido los populares ha desencadenado además una ola de reacciones, de carácter individual, que ha llevado a varios barones a anunciar su marcha en unos meses. Una «fuga» de rostros y de cargos que aporta más inquietud y desbarajuste al ya de por sí cambiante panorama.

Todos esperan cambios: unos los piden, otros los barruntan, algunos los temen. Sólo Rajoy sabe el cómo, el cuándo y el quién. De su acierto dependerá cómo sea en un próximo futuro la imagen que devuelva el espejo a ese PP que ahora se mira en él.

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