«Podemos ganar y gobernar»

Casado advierte: «No nos abstendremos para hacer presidente a Sánchez. Con el PSOE, ni a la vuelta de la esquina»

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Pablo Casado (c), junto a Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida EFE
Isabel San Sebastián

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El líder del PP gana en la distancia corta. La televisión o la tribuna del Congreso lo muestran como un brillante orador, capaz de hilvanar discursos consistentes sin necesidad de manejar papeles, pero la proximidad añade a esos atributos la sal sin la cual la política se aleja del ciudadano de a pie: sentimiento, vehemencia, pasión, rabia, indignación, entusiasmo, emoción. Posee toda la convicción que le faltaba a Rajoy sin un ápice de la arrogancia de la que iba sobrado Aznar . Cree en lo que dice y lo dice bien, apoyando cada afirmación con argumentos. Transmite ilusión a su gente. Lleva meses de agotadora campaña, ha hecho frente al mayor descalabro sufrido por su partido, al recibir la patada destinada a su predecesor, pero su ánimo no vacila al proclamar, persuadido: «Podemos ganar a Sánchez. Ahora mismo estamos en el umbral del empate técnico, porque con la caída de la participación el reparto de escaños oscila mucho. Si se mantienen las tendencias actuales y se produce cierta unión del voto de centro derecha en el PP, podemos ganar y gobernar».

Ha escogido el piso 31 de la madrileña Torre Espacio para protagonizar este mitin de domingo previo a las elecciones, porque Madrid, locomotora de España, constituye un referente de lo que pretende hacer con la nación si alcanza La Moncloa . Madrid es símbolo de progreso, eficacia, ánimo integrador y unidad frente a la división, sin olvidar una de las señas de identidad de los populares: la bajada generalizada de impuestos, traducida en 15.000 euros menos de media por persona desde que gobiernan la comunidad. «Se trata de devolver el dinero a los bolsillos de los españoles para que se lo gasten en lo que les dé la gana, consuman, fomenten la creación de empleo y hagan crecer la recaudación», enfatiza el candidato.

Gente joven

Tanto entre el público como en primera fila abunda la gente joven, que ve en Casado a su líder natural; al pionero que confió en ellos y les abrió el camino hasta el poder institucional . Ellos son su gente. Su equipo. Ante ellos él se crece y apremia, indignado, a Sánchez: «¡Que ponga orden de una vez en Cataluña! ¡Libertad y Constitución! Yo le hago directamente responsable de la seguridad del Rey y de la Princesa de Asturias en su viaje a Barcelona, así como de lo que pueda ocurrir allí el 10-N». La sala lo aclama y él remata: «No nos abstendremos para hacer presidente a Pedro Sánchez. Con el Partido Socialista, ni a la vuelta de la esquina».

Más tarde, alejado de focos, apagados los ecos de la ovación recibida, se reafirma en ese compromiso y añade: «Sánchez ya ha dicho que su intención y su convicción es hacer un gobierno de izquierdas. Y, en todo caso, yo llevo seis meses diciendo que no puede liderar el gobierno de España con el apoyo del PP. Es evidente. Ni su candidatura ni su proyecto merecen nuestro apoyo ni lo obtendrán, sean cuales sean las circunstancias o las presiones. Se menciona a menudo la gran coalición alemana, pero se olvida que se quedó al margen del acuerdo el Partido Liberal. En el Reino Unido, quien quedó fuera fue el Partido Laborista. Toda democracia necesita un gobierno y una alternativa . El problema es que aquí, esa convergencia de partidos nacionales que propone Ciudadanos (por cierto, a buenas horas, podría haberlo hecho cuando sumaba con el PSOE 180 escaños…) deja fuera a Podemos y a Vox. Y, sinceramente, no creo que constituyan una alternativa de gobierno para España».

¿Por qué el PP y no Vox? Lo pregunto sabiendo que en el ambiente se percibe el fantasma de esas siglas, surgidas de la decepción de muchos con el PP de Rajoy y de la capacidad de atracción inherente a su discurso radical. Casado apela al pragmatismo en la respuesta: «Para empezar, porque el PP puede ganar y Vox, no. En un momento en el que lo importante es derrotar a Sánchez, parece lógico que pidamos la confianza del votante de Vox con el objetivo de poner esto en marcha. Porque nos estamos jugando el futuro de España como una nación unida. Si vuelve a depender de los independentistas la posibilidad de que gobierne Sánchez, ya lo ha dicho Iceta: asumirán la plurinacionalidad en una reforma de la Constitución que convierta a Cataluña en una nación. Y eso no hay país que lo aguante. Además, está la experiencia de gestión. Yo me he rodeado de personas que ya han gestionado crisis económicas y crisis territoriales, porque estamos en un momento crítico para España.

Un escaño más

Está convencido de que «con un escaño más que el PSOE, se desbloquea la situación. Si es el PP el que va a la investidura, ya se encargará de recabar los apoyos de quien tenga que recabarlos». No precisa cómo lo hará, aunque descarta que sea apelando al PNV, no solo por la posición antinacionalista que sostiene el PP bajo su liderazgo, sino porque «ellos cruzaron el Rubicón cuando traicionaron los presupuestos generales pactados, que tenían cosas tan buenas como la subida de las pensiones, presentando a las dos semanas una moción de censura con el independentismo y los de Podemos».

Tiene las ideas muy claras en lo concerniente a Cataluña : «A corto plazo, ruptura de todos los acuerdos de constitucionalistas con independentistas, requerimiento a Torra para la aplicación del 155, Ley de Seguridad Nacional y Fiscalía contra todos los violentos. A medio, delitos de rebelión impropia y referéndum ilegal en el Código penal; recuperación de la competencia sobre Prisiones, Ley de Acción Exterior, alta inspección educativa para frenar el adoctrinamiento y Ley General Audiovisual para terminar con la propaganda en medos de comunicación públicos. A largo: lo que hicimos en tiempos de Aznar y Mayor Oreja en el País Vasco: recuperación de la sociedad civil no nacionalista con fondos, ONGs, plataformas, catedráticos… En definitiva, un desembarco de concordia en Cataluña».

¡Falta hace…!

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