Elecciones - Catalanas

El «Plan B» del PP para el día después del 27-S

Algunos militantes analizan los tres posibles escenarios que se podrían dar en Cataluña tras los comicios

Albiol en un mitin de la campaña
Albiol en un mitin de la campaña - gtres

¿Tiene el PP un «Plan B» para el caso de que el 27-S gane el «si»? Muchos son en el partido los que piensan, con preocupación, que la respuesta a esa pregunta es «no». A apenas unas horas de que se despeje la incógnita en las urnas, los populares contemplan tres posibles escenarios, que «salvo el de la derrota absoluta del independentismo, por una movilización muy fuerte de los partidarios del no», algunos califican de «malo, pésimo o peor».

El primero sería que Mas y su Junts Pel Si obtuviera, por sí solos, la mayoría absoluta. Una auténtica pesadilla para el PP que se vería ante una inmensa crisis política y con un Gobierno que debería activar todos los recursos del Estado. Con el agravante de que si Mas consigue una mayoría fuerte, «se vería obligado también a una salida fuerte». Y el Gobierno de España, por su parte, tendría que reaccionar «activando las vías jurídicas pero también las políticas». Cualquier titubeo o duda sería catastrófico para el partido, de cara a las elecciones generales de tres meses después, avisan.

Entre los dirigentes populares los hay que dudan de los asesores jurídicos que llaman a la tranquilidad porque cualquier movimiento de Mas posterior a una victoria electoral precisaría de un cierto tiempo para tener efectividad jurídica. Cierto, recuerdan, pero ello no evitaría que se entrara en «un limbo de legalidad paralela», cuando comenzaran a «poner en marcha comisiones para crear la Seguridad Social, el Tribunal de Cuentas y otros».

Hay voces oficiales que insisten en llamar a la calma: si gana Junts pel Si, la primera dificultad con que se encontrarán es la de ponerse de acuerdo para formar gobierno, algo que desde el PP creen que puede convertirse en poco menos que un obstáculo insalvable, por las diferencias ideológicas entre los socios coyunturales en esta coalición.

Pero desde algunos sectores del partido avisan que «no les hace falta formar gobierno; simplemente se constituyen como Parlamento autonómico y comienzan a presentar proposiciones de ley, no de ley y lo que quieran», con lo que entrarían en esa ficción de «legalidad paralela» que, entre otros efectos, «sumiría en una sensación de desamparo total tanto a nuestros votantes allí como al grueso de la población no independentista».

Las dudas que algunos populares se plantean ahora es si en su formación se tiene auténtica voluntad política de salir «fuertes» a dar esa batalla: si no se actúa de forma tajante, insisten, se transmitiría una «sensación de debilidad, o dubitativa» -como la que dio el presidente Rajoy en su última entrevista en radio, recuerdan- que tendría consecuencias terribles sobre el partido en el corto plazo: «El PP estaría liquidado en las generales», se temen.

El escenario menos malo pero igualmente pésimo sería una victoria de Mas pero no por mayoría absoluta, sino necesitado del apoyo de la CUP. En este caso, el proceso sería igualmente tóxico -aunque probablemente más complicado para Mas por la enemistad manifiesta hacia él por parte de los miembros de la CUP-. De hecho, muchos en el PP creen que Mas va a tener muy difícil gobernar porque sus socios le van a volver la espalda. «Se ha hecho el harakiri: va a quedar engullido por la melé soberanista de la izquierda», apuntan.

Sólo existe un escenario bueno: que el «si» no venza. Esto supondría «un éxito del constitucionalismo», y en el PP lo consideran como «lo mejor para el país», pero fuera del discurso oficial, pocos confiesan tener auténtica confianza en que sea posible. Todas las demás posibilidades, reconocen, tienen un único ángulo favorable: que van a obligar a una catarsis en el PP, porque «no nos podemos permitir que el 27-S se convierta en un 9-N bis», que reedite «la sensación de desamparo de nuestros votantes».

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