La presidenta del BCE no ve probable subidas de los tipos de interés en 2022

Lagarde asegura que responder de forma apresurada a la inflación supondría un endurecimiento prematuro de las condiciones que añadiría un lastre injustificado a la recuperación de la Eurozona

La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde REUTERS

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Christine Lagarde hace caso omiso a la inflación y no prevé subidas de tipos al menos hasta 2023. La presidenta del Banco Central Europeo (BCE) ha sugerido que un cambio de este tipo en su política monetaria, en respuesta a una escalada de la inflación que considera de carácter transitorio, supondría un endurecimiento prematuro de las condiciones financieras y añadiría un lastre injustificado a la recuperación de la Eurozona, por lo que no cree que a lo largo de 2022 se den las circunstancias necesarias para tomar esta decisión. «Es muy poco probable que se cumplan las condiciones para subir tipos el próximo año», ha dicho en su discurso, pronunciado en una conferencia bancaria en Fráncfort, donde señaló también que, incluso después de que concluya la situación de emergencia de la pandemia, «será importante para la política monetaria, incluido el ajuste de las compras de activos, apoyar la recuperación y la vuelta sostenida al objetivo» del 2%. «Si somos pacientes y constantes ahora, estoy segura de que estas condiciones se lograrán» , ha agregado la presidenta del BCE. Lagarde se ha mostrado convencida de que las presiones inflacionistas actuales van a remitir con el tiempo y que van a lograr su objetivo del 2% a medio plazo. «Esta inflación es inoportuna y dolorosa y hay naturalmente preocupaciones sobre cuánto tiempo durará. Tomamos muy en serio estas preocupaciones y observamos la evolución con cuidado», intentó tranquilizar, al tiempo que reconocía que «una inflación más elevada reduce los ingresos reales, especialmente de aquellos más desfavorecidos en la distribución».

La dirigente ha argumentado que restringir la política monetaria prematuramente no abordaría las causas de la inflación, porque los precios de la energía se utilizan de forma global y la política monetaria del BCE no puede remediar los cuellos de botella de la oferta. En este sentido, ha defendido que para devolver la inflación de manera sostenible a esa meta, cuando las tasas de interés están cerca del límite inferior efectivo, el BCE debe ser «persistente en su política monetaria» y no debe apresurarse a un endurecimiento prematuro «empujado por shocks inflacionarios transitorios o impulsados por la oferta». «En un momento en que el poder adquisitivo ya se está viendo reducido por el aumento de las facturas de la energía y el combustible, un ajuste indebido representaría un viento en contra injustificado para la recuperación», ha insistido, «solo empeoraría esta presión sobre los ingresos».

Pero los argumentos de Lagarde no han quedado sin respuesta. El presidente del Bundesbank alemán, Jens Weidmann, se apresuró a corregir en público el discurso de la francesa y señalar que el BCE debería evitar cualquier compromiso que mantenga abierto el grifo del dinero en una situación de pérdida de capacidad adquisitiva como la que enfrentan los consumidores europeos. Weidmann, a punto de abandonar el cargo de gobernador del banco central alemán a finales de año, hablaba con más soltura que de costumbre y abandonó por momentos incluso la disciplina de declaraciones de los miembros del Consejo del BCE , que se reunirán de nuevo en Frankfurt el 16 de diciembre. «Unas expectativas de inflación más altas y un mayor crecimiento de los salarios reforzarán las presiones sobre los precios a medio plazo y será entonces más difícil poner palos en la rueda de la inflación», ilustró su crítica, además de augurar que las tasas de inflación no caerán por debajo del objetivo en el medio plazo, como había previsto anteriormente el servicio de estudios del BCE.

La inflación de la zona euro alcanzó el 4,1% en octubre, empujada por los costes de la energía, y se espera que se mantenga al menos en esos niveles durante el próximo año y, «para mantener las expectativas de inflación bien ancladas, es necesario reiterar una y otra vez que si es necesario para salvaguardar la estabilidad de los previos, la política monetaria en su conjunto tendrá que normalizarse», ha sostenido Weidmann, que ha recordado también que se espera que el Banco de Inglaterra suba sus tipos a finales de año y la Reserva Federal estadounidense ya está reduciendo su programa de compra de bonos.

Lagarde ha tenido que escuchar también las quejas de la banca privada, ahogada por los bajos tipos de interés y convencida de que el BCE no actúa con fidelidad a su mandato, sino como agente político que trata de sostener artificialmente a los países del sur del Europa que se encuentran en quiebra técnica. El jefe de Deutsche Bank, Christian Sewing , y el jefe de Commerzbank, Manfred Knof , expresaron su convicción de que la inflación será más dura y prolongada de lo que el BCE ha pronosticado. «La inflación llegó para quedarse», dijo Knof. «La inflación durará más y las tasas de inflación se mantendrán más altas de lo que muchos piensan en este momento», ha dicho Sewing, «por lo tanto, una reacción de los bancos centrales debería ser más rápida de lo planeado».

En Alemania, los precios subieron 4,5% en octubre, la mayor subida en 28 años. Deutsche Bundesbank estima que la retirada del recorte del IVA aumentará la inflación en el país en alrededor de 1,2% en la segunda mitad de 2021. «Pero eso también significa que el mismo porcentaje se deducirá de la inflación en Alemania en enero del próximo año» , ha respondido Lagarde, empeñada en hacer prevalecer su visión.

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