No es oportuno bajar impuestos

El economista Carmelo Tajadura expone las razones por las que todavía no es conveniente bajar impuestos en nuestro país

MADRID Actualizado: Guardar
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Hace unas semanas criticaba aquí mismo algunas propuestas económicas del PSOE, entre ellas el fuerte alza de la tributación del ahorro. Hoy voy a referirme a la inoportunidad de rebajar impuestos en general, con motivo de la exigencia electoralista de Ciudadanos para el presupuesto 2018 y, sobre todo, porque se ha dicho que tal reducción sería el aperitivo de otra adicional y mayor que el Gobierno haría en vísperas de unas eventuales elecciones. Está visto que en todas partes hay políticos populistas que juegan con los impuestos para asegurar los votos de su parroquia.

Habría, al menos, cuatro motivos para no reducirlos por ahora.

«En todas partes hay políticos populistas que juegan con los impuestos para asegurar votos»

El primero y más importante es el déficit.

Aparte de que no hemos cumplido su objetivo inicial en ningún año desde el comienzo de la crisis, España es el único país europeo con déficit primario (descontados los intereses de la deuda). Pero lo peor es que, en realidad, nuestro sector público tiene el mayor déficit estructural (es decir, con independencia de la posición cíclica) de la Unión Europea. Cabe recordar que la AIReF nos decía la pasada semana que ese déficit estructural seguirá en nada menos que el 2% del PIB incluso todavía en 2020. A pesar de que el artículo 135 de la Constitución, reformado en 2011, fija el principio de estabilidad presupuestaria y lo limita (en una ley orgánica) al 0,4% del PIB. ¡Y aún defienden que hay que bajar impuestos! Espero que Bruselas nos recuerde que ello empeoraría el déficit estructural y no nos lo podemos permitir. Por lo que, si se propone reducir algún tramo, lo cual resulta legítimo, debería compensarse elevando otras vías de recaudación.

Por si esto fuera poco, tenemos una deuda pública monumental. La pasada semana un presidente serio como Macron alertaba de la vulnerabilidad de Francia ante una subida de tipos. ¿A nosotros nos da igual? Porque, sin embargo, nuestra deuda sobre PIB es algo superior a la de Francia y, sobre todo, la pagamos más cara por nuestra mayor prima de riesgo. Lo que un buen padre de familia haría, si sobraran ingresos (que no es el caso), sería dedicarlos a amortizar deuda, no a intentar conseguir un puñado de votos más.

Mantener el estado de bienestar

Por otra parte, en 2015 y 2016 el Producto Interior Bruto (PIB) creció el 3,2%; en 2017 incluso podría haber un crecimiento algo superior; y todo apunta a que el avance va a seguir relativamente sólido. En esta coyuntura expansiva lo último que necesita la economía española es un impulso fiscal adicional. Parece que algunos economistas de partido hayan olvidado la necesidad de una política fiscal anticíclica, o quizás sea que se pliegan a las directrices que reciben de sus jefes. No está lejana la experiencia de la expansión anterior, en la que se disminuyeron impuestos y acometieron gastos de manera pro-cíclica, para lamentarlo cuando llegó la crisis.

«España es el único país de la Unión Europea con déficit público primario»

Por último, el nivel global de gasto público español no es alto en el contexto europeo y, aunque haya también gasto superfluo, es bastante evidente que falta inversión pública, que ha sido la gran sacrificada de la crisis. Su nivel actual sobre PIB es el mínimo de 20 años y, en la UE, solo superamos a Portugal. Así que antes de bajar ingresos sería prioritario invertir para aumentar la tasa potencial de crecimiento futuro de la economía española. No en AVEs, autopistas ni equipamientos dudosos, pero sí en I+D o en ecología.

En definitiva, el déficit estructural, la elevada deuda pública, la coyuntura expansiva y la necesidad de invertir hacen que bajar impuestos sea una idea poco oportuna. En realidad, la baja recaudación es uno de los elementos que nos diferencia de nuestros colegas en la Unión Europea por lo que deberíamos desterrar la cantinela de bajar impuestos para seducir al electorado.

Y, si hay que mantener el estado del bienestar, convendría aumentar los ingresos fiscales. No sólo de manera cíclica, es decir por la mayor actividad económica, sino de manera estructural. Para ello, lo más aconsejable sería actuar sobre las figuras fiscales que más nos distinguen de otros países de nuestro entorno. Por ejemplo, la imposición sobre el consumo o la tributación medio ambiental. Y, en general, revisar todas las exenciones y bonificaciones que nos hacen perder ingresos.

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