El covid-19 y la falta de gobernanza mundial

«El avance de la globalización requiere de instituciones con legitimidad capaces de agrupar voluntades y actuaciones»

Juan de Lucio

Sorprende la debilidad del sistema de gobernanza ante circunstancias excepcionales. Asombra el poco margen de holgura de gobiernos, sistemas sanitarios y de la actividad económica. Un tercio de la población atribuye la responsabilidad de las catástrofes a la falta de planificación, control e inspección de la Administración del Estado . Sin duda es responsabilidad del Estado proporcionar protección ante situaciones de riesgo. ¿Cómo es posible que no existan planes de actuación contingentes y que llevemos semanas vacilando en la respuesta? Preocupa que no dispongamos de planes de actuación actualizados ante riesgos tecnológicos, de comunicación, climáticos-meteorológicos, energéticos, alimentarios, industriales y, por supuesto, sanitarios. Como estamos viendo, los «cisnes negros» pueden afectar a nuestro bienestar de manera dramática. Al parecer, no disponemos de dichos planes ante circunstancias que, con gran probabilidad, se presentarán ante nosotros en un momento u otro del tiempo y que tendrán intensos efectos sobre la sociedad.

La participación de las distintas instituciones globales en el sistema de protección también está siendo alarmante. La OMS no ha tenido capacidad de realizar una alerta temprana capaz de moderar el impacto del Covid-19 ni de coordinar una respuesta médica eficaz. La OMC solo ha sido capaz de constatar la caída del comercio y hacer un llamamiento, conjunto con OMS y FAO, solicitando que se mantenga el comercio de alimentos. El G20 realizó un comunicado el día 26 que, aunque en la buena dirección, está vacío de medidas específicas. A pesar de los desencuentros en el seno de la UE parece que poco a poco se van coordinando actuaciones. En China, origen de la pandemia, prevalecieron los intereses nacionales y ocultaron al mundo información que podría haber facilitado la respuesta adecuada de otros países.

A escala doméstica, el Gobierno de la nación está proporcionando información imprecisa, cuando no confusa y contradictoria. Las repetidas apariciones mediáticas en formato de teleconferencia han sido más propagandísticas que orientadas a la gestión efectiva de la crisis. Oposición y Gobierno no han sido capaces de dar la respuesta unánime y concertada que reclamaban los ciudadanos. Algunos gobiernos regionales y locales han ido por delante y han sido más ágiles en la improvisación pero han sido desposeídos de gran parte de su capacidad de actuación. Algunos medios sensacionalistas de comunicación, mendigos de subvenciones y doblegados al poder político, se limitan a repetir mensajes confusos y en ocasiones contradictorios, lo que genera más incertidumbre en la sociedad.

La ciudadanía, por su parte, está mostrando un nivel de responsabilidad y adaptabilidad muy elevado e inesperado simplemente hace unas semanas. Los profesionales de todo tipo, que deben continuar su actividad en sanidad, seguridad, transporte, alimentación y otros sectores, están dando un ejemplo de sacrificio y buen hacer que debemos aplaudir más allá de las 20:00 horas .

En conjunto, es evidente que a pequeña escala se están haciendo esfuerzos muy importantes que no están siendo acompañados a nivel institucional, especialmente por las organizaciones internacionales. La incapacidad de limitar los efectos de la crisis no se deriva de la falta de apoyo social. Tampoco se puede achacar únicamente a la escasez de recursos. El sistema político específico de cada país o los niveles de gasto no explican por sí mismos el insatisfactorio desempeño en la actual crisis sanitaria . El desempeño ha estado más relacionado con la capacidad de reacción temprana, la disponibilidad de información adecuada y la calidad institucional. En relación con este punto, la debilidad de la gobernanza global no está favoreciendo la resolución del problema. Todas las instituciones globales surgidas tras la II Guerra Mundial están en entredicho y las distintas versiones de los grupos de países no han sido capaces de generar los consensos necesarios y las acciones adecuadas.

El avance de la globalización requiere de instituciones globales con legitimidad y capacidad de agrupar voluntades y actuaciones. Tras la crisis del Covid-19 la globalización continuará en distintas dimensiones: tecnológica, productiva, cultural o sanitaria. Esta crisis evidencia un mensaje: es necesario un impulso institucional para construir una gobernanza global que permita acompañar la creciente interrelación entre los ciudadanos del mundo.

Juan de Lucio es profesor de Economía Mundial en la Universidad de Alcalá

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