Carlos Pich - Tomar por la Lúa

Lluvias de otoño

Las tormentas otoñales que descargaron un rayo en el barco de Didac Costa, ya parecen superadas

Carlos Pich
Barcelona Actualizado: Guardar
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Barcelona vivió otro Salón Náutico que pareció más animado que anteriores convocatorias. Sin cifras oficiales de visitantes, la impresión que pudimos respirar fue aceptable. Además, sea por la crisis o el cambio de ubicación, en los últimos años los asistentes son profesionales o practicantes casi en su totalidad. Y eso tiene su parte positiva, pues quienes acuden van al grano y no marean la perdiz inútilmente a los expositores. Pero la falta de caras nuevas, aunque acudan como mero pasatiempo de fin de semana, no deja de ser negativo si pensamos en potenciales nuevos usuarios.

"Me resultó curioso ver la diferencia entre las dos zonas del salón, una en el Moll de la Fusta y otra en el Port Vell"
Carlos Pich

El paulatino aumento de la edad media de practicantes/propietarios es una realidad preocupante para la náutica.

Ha de llegar gente nueva y más joven, y en este sentido no tengo la sensación de que el sector esté manos a la obra. La promoción es como esos servicios intangibles para las empresas, que como no pueden cuantificarse de forma clara, nadie quiere invertir, aunque ellos lo llaman gasto, y eso ya implica que no debe afrontarse.

La muestra arrancó con la siempre desagradable visita de la lluvia. Por suerte, aunque hubo algún momento de mucha agua, fueron ratos cortos y no afectaron demasiado. Me resultó curioso ver la diferencia entre las dos zonas del salón, una en el Moll de la Fusta y otra en el Port Vell. En la primera zona se agrupaban prácticamente todos los stands de motores, accesorios, multitud de asociaciones, entidades, y por supuesto barcos. De vela y motor, la mayoría a flote, abarcando esloras pequeñas y medianas, con alguna excepciones que excedían los 45-50 pies. En la segunda zona se concentraban básicamente esloras grades y algunas medianas. Más tranquilidad ahí, pero más ambiente en la primera.

La exposición de barcos fue bastante completa, y no faltaron algunos barcos «curiosos», por decirlo de alguna manera. Entre tanta cantidad y variedad, siempre existen propuestas en busca de un nicho de mercado… que parecen condenados a nichos, pero no de mercado. Siempre los ha habido y los habrá, pues es tan normal buscar algo diferente, como lamentablemente hacer las cosas sin conocimiento. Un barco «cuadrado» para el mar no sirve, y un «apartamento de tres plantas» jamás navegará, aunque sean capaces de moverse por el agua. Un catamarán de vela clamaba al cielo, con un palo pinchado cuya botavara estaba a muchos, muchos metros de altura sobre la línea de flotación.

Afortunadamente, las tormentas otoñales que descargaron un rayo en el barco de Didac Costa, ya parecen superadas. No sólo completó el transporte hasta Les Sables, si no también el objetivo mínimo de su campaña de donativos para cubrir el imprevisto coste de la electrónica dañada. Por suerte, parece que ni las chispas ni los voltios pudieron con su proyecto.

Tras las lluvias, despeja y sale el sol.

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