La evolución de la especie

Barcelona Actualizado: Guardar
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La octava edición de la Vendée Globe sigue su curso. Los veinte navegantes oceánicos que tomaron la salida eran muy conscientes de la dificultad, y de tener un 50% de posibilidades de no concluir el sueño que les ha llevado a embarcarse en la Madre de Todas las Regatas Oceánicas. Una prueba de resistencia sin paliativos para hombres y máquinas, cuyas estadísticas hablan por si solas. 135 lo han intentado desde la primera edición en 1989, pero sólo 59 han logrado cruzar la línea de llegada hasta 2009.

La mayor competitividad “aconseja” construir los barcos cada vez más tarde, pese al gran hándicap de llegar sin apenas rodaje. A la menor fiabilidad mecánica sumémosle la abundancia de buenos proyectos y el mayor peso de los patrocinadores. Se les pide más dinero, generándose una competencia que exige destacar a toda costa, obligando a forzar el ritmo. El factor humano juega, y el talento requiere saber dosificar, tanto las propias energías como las del barco.

Apenas esta edición se quitaba las legañas, seis barcos quedaban fuera de combate antes de cruzar el ecuador, y la séptima justo después. Un 35 % de los salidos en poco más de dos semanas, y curiosamente esta vez el protagonismo inicial ha sido para las colisiones han causado tres de ellas. Resulta chocante.

No creo cuestionable buscar avances técnicos, algo que aporte mayor rendimiento del barco. A veces requiere adentrarse en caminos poco explorados. Un buen ejemplo ha sido la quilla del Safran: aligerar la quilla para engordar el bulbo. Dar ese paso exige materiales más ligeros como el titanio elegido por Guillemot. Titanio, carbono o cual sea, porque se avanzará, el futuro de este protagonista apéndice apunta hacía ahí. El coste de su inevitable prueba/error va mucho más allá de muchos euros en desperfectos. Es un riesgo difícil de asumir.

Perder la quilla en pleno océano supone tener muchos números para el fatídico sorteo. Si no que se lo pregunten a Jean LeCam, que esperó rescate 24 horas en la pasada edición y aquí lo tenemos de nuevo, bailando con lobos con un barco de tercera generación. Él y otros como Thompson o Golding, tratan de hacer frente a los pata negra Macif y Cheminées Poujoulat, o los de segunda generación Banque Populaire y Virbac Paprec.

Todo ello mientras la flota gana latitud sur en busca de la autopista austral, donde evitar tomar por la lúa. Pero esa será otra historia.

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