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Wimbledon

Honor en la derrota de Garbiñe Muguruza

La española, pese a perder en la final de Wimbledon ante Serena Williams (6-4 y 6-4), conquista el corazón de los británicos por su tenis y su orgullo

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S. Williams66
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G. Muguruza44

Durante más de media hora, hay miradas de incredulidad en la catedral del tenis. Vuela sobre la pista Garbiñe Muguruza y por momentos parece que sí, por momentos parece que va en serio. Una española, por fin, florece en el verde celestial de Londres y establece el cambio de siglo, imperativo después de vivir del glorioso pasado de Conchita Martínez y Arantxa Sánchez Vicario. Muguruza domina 4-2 a Serena Williams y encima lo hace con toda justicia, pero la historia, al menos su parte bonita, se acaba ahí. Despierta la americana con una fiereza incontrolable y al final le roba la gloria a la hispanovenezolana, de la que no se puede decir nada malo y menos con ese vibrante epílogo.

Pierde 6-4 y 6-4, pero de esa derrota hay cientos de motivos para la esperanza.

[ Serena Williams-Garbiñe Muguruza: narración y estadísticas]

Básicamente porque han sido dos semanas de pasión que casi le llevan al paraíso, tremenda competidora que ha sabido luchar contra lo establecido. Es española, pero tiene poco de ello si se atiende a su patrón de juego y a su constitución, un tallo de 182 centímetros y poderosísima con la raqueta. Donde otras buscan destreza, Muguruza, al la que tampoco le falta maña, impone la fuerza y un estilo diferente. Así de bien le ha ido en Wimbledon.

En la final, toma la iniciativa desde el inicio, consciente de que no hay otra vía para desactivar a Williams. Después de un primer juego con los nervios a flor de piel, la número uno entrega su saque con tres doble faltas, superada por las circunstancias de manera sorprendente ya que ha estado mil veces en citas de este nivel. En todo momento, la veterana parece Muguruza.

Se pone 2-0 y 0-30 al resto y con su enérgica presentación ruge la central, un entorno incomparable que siempre recordará la proeza de la joven Garbine. Porque aquí la llaman así, incapaces de pronunciar la «ñ» que tanto significa para marca España y que ni siquiera ponen en el marcador por usar un sistema incompatible. Con todo, y a medida que avanza la pelea, hay motivos para creer en algo grande. Muguruza alimenta la esperanza.

Le funciona el saque, es agresiva cuando toca y tiene a Serena fuera de sí. A la americana le abandona el saque durante un cuarto de hora y tampoco es capaz de alcanzar las bombas que le llegan desde el otro lado de la pista, enfadada consigo mismo porque no está en su onda. Aun así, renace en el séptimo juego y recupera la desventaja para dar un golpe de autoridad. Abran paso a la reina.

Williams se aprovecha del único momento dubitativo de Muguruza, que con 4-3 se enreda y entrega el saque. Primero falla un golpe que tenía ganado, luego deja de pedir una bola dudosa y finalmente envía más allá una bola que parecía franca. Tropiezo inadecuado en un momento cumbre para que Serena despierte.

Y ahí ya se sabe como es la ganadora ya de 21 grandes, una devoradora de estadísticas que se enciende a partir de sus gritos. Gana cuatro juegos del tirón para apuntarse el set y se diluye el deseo épico de la central, necesitado el tenis de caras nuevas. Que se quede la gente con el rostro de Muguruza porque hay razones como para pensar en que no es casualidad. A bote pronto, ya es la nueve del mundo, y subiendo.

Pese al chasco, Muguruza no parece perder el hilo del partido, no quiere abandonar antes de hora. Entiende que la oportunidad es histórica y sigue luchando con una entereza encomiable, madura y centrada como durante todo el torneo. Su problema, sin embargo, se llama Serena, tan superior al resto que cuando se pone no hay nada que hacer. Por eso ha ganado los últimos cuatro grandes de manera consecutiva.

Desde esa premisa, el segundo set deja de tener emoción durante buena parte del mismo y pasa a ser un monólogo de la norteamericana, aunque le vuelve a temblar la mano cuando con 5-1 saca para vencer. Se complica la vida y vuelve a patinar con 5-3, desprovechando incluso una bola de campeonato. Para entonces, la grada ya se ha decantado y se pone del lado de Muguruza, maravillosa con ese desenlace de orgullo y amor propio que le permite llegar al 5-4 y servicio. Ahora deberá pensar en todo lo que ha logrado, que es mucho. Porque aunque no ha ganado Wimbledon, se ha ganado a todos.

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