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Renaud Lavillenie compite con la leyenda Bubka

El pertiguista francés, campeón olímpico en Londres 2012, quiere unir el oro a una gran marca

Renaud Lavillenie, en pleno salto.
Renaud Lavillenie, en pleno salto. - Efe

Cuando el pertiguista ucraniano Serguéi Bubka se elevó hace 23 años hasta los 6,15 metros en Donetsk, los especialistas lo tuvieron claro: insuperable por décadas, dijeron. Hasta que en 2014, Renaud Lavillenie, nacido en 1986 en Barbezieux-Saint-Hilaire, una pequeña población del departamento de Charente, al suroeste de Francia, llegó a la nueva frontera del atletismo volando hasta los 6,16 metros con su pértiga. El orgulloso Bubka, que le saca casi una cabeza al francés, bajó a la pista del pabellón Drojba a felicitar a su sucesor con esa sonrisa que denota una quemazón interior, porque a ningún gran campeón le gusta que el tiempo tumbe su leyenda.

Lavillenie ha ido alimentando un palmarés impresionante: oro olímpico en Londres 2012, siete veces campeón de Europa (cuatro en pista cubierta y tres al aire libre) y subcampeón del mundo en Moscú 2013. Su mejor marca en un torneo importante la logró en 2011, en el Europeo en pista cubierta de París: 6.03. Después de superar a Bubka en pista cubierta ha buscado sin suerte el récord al aire libre, todavía en poder del ucraniano (6,14, conseguido en Sestriere en 1994). El francés acredita 6.02 en esta disciplina. Aunque su objetivo principal es volver a colgarse una medalla dorada en unos Juegos.

Los técnicos creen que el «pequeño» Lavillenie (1,77 metros, 70 kilos de peso) tiene margen de mejora. ¿Será en Río de Janeiro? Destacan que no hay una ruptura en su despegue: la velocidad lineal tarda una fracción de segundo en transformarse en elevación vertical. Maurice Houvion, excampeón de pértiga y prestigioso entrenador francés, alaba la pasión del plusmarquista por su trabajo: «Tiene la capacidad de hacer más saltos en una sesión que otros en una semana. Y de esta forma adquirió una técnica notable». También está ese punto de locura difícilmente medible ante el reto que supone correr desbocado con un palo de entre cuatro y cinco metros, clavarlo en el suelo y elevarse hacia lo desconocido.

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