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Juegos Olimpicos - Estrellas

Gómez Noya: Paradoja, rebeldía y éxito

Acaba de recibir el premio Princesa de Asturias como colofón a una carrera atestada de éxitos: cinco veces campeón del mundo, medalla de plata olímpica en Londres y cuatro veces rey de Europa

Javier Gómez Noya, en plena competición.
Javier Gómez Noya, en plena competición. - Afp

El caso de Francisco Javier Gómez Noya es el paradójico caso de alguien que tiene todo en contra y, lejos de no ser nada, acaba siendo todo en el mundo del deporte. Un sufridor hecho a sí mismo en el camino hacia el éxito. En un deporte sin grandes resonancias mediáticas y con una anomalía cardíaca que llevó a los médicos a decirle que lo mejor era la calma y el reposo, este triatleta acaba de recibir el premio Princesa de Asturias como colofón a una carrera indesmayable y atestada de éxitos: cinco veces campeón del mundo, medalla de plata olímpica en Londres y cuatro veces rey de Europa. Noya ha hecho de su problema de corazón un trampolín para pulverizar sus límites, superarse y llegar a Río como uno de los mejores deportistas de la delegación española por méritos propios.

1999 fue su año más duro, cuando creyó que el mundo se hundía bajo el peso de un cataclismo que, en su caso, amante del deporte y la competición, entrañaba consecuencias devastadoras. Fue el año que los médicos del CSD le descubrieron el fallo cardíaco, lo que conllevó que un tiempo después le retiraran la licencia internacional, que recuperó solo de forma transitoria, hasta que se la invalidaron de nuevo en 2004. Noya no se quedó en reposo, como le recomendaron, sino que consultó aquí y allí y siguió haciendo deporte, pese a ser borrado de un plumazo del mapa del mundo. Tras una lucha titánica y, gracias a los informes médicos favorables que había recabado por todas partes de manera infatigable, recuperó su licencia en 2006, para comenzar un camino meteórico que le llevó a ganar la Copa del Mundo y a liderar el ranking mundial por vez primera al año siguiente. Desde entonces el aplauso ha sido siempre su mejor compañía.

Sin duda alguna y, como él mismo dice, aquella lucha que arrancó en 1999 lo hizo más fuerte. «Me convirtió en un rebelde», asegura este gallego nacido, sin embargo, en Basilea el 25 de marzo de 1983, pero en Galicia desde los tres meses. Y es que sus padres, Javier y Manuela, fueron por un trabajo temporal a Suiza antes de volver a Galicia, concretamente a Ferrol.

Fue allí, en tierras gallegas, donde tuvo la suerte de conocer a Iván Raña, otro de los grandes triatletas del país, que vivía a 50 km de su casa. Raña le dejó entrenarse con él en Santiago sin saber que aquel chaval que corría a su lado se iba a convertir en el mejor triatleta español de todos los tiempos. Los secretos de Raña, unidos a su enorme espíritu de sacrificio, integraron el cóctel perfecto para que Noya subiera como la espuma, corriendo su primer triatlón a los 15 años en Asturias, con Raña, su gran maestro, como rival.

Fue solo el principio de una carrera plagada de éxitos, de una lucha titánica contra el reloj y la burocracia, de un ejemplo de superación que le ha llevado a ser el mejor triatleta del mundo, a meterse en el bolsillo su cuarto Europeo hace solo unos meses y a buscar en Río una corona de oro para superar la de plata de Londres. Qué le va a hacer, «soy un rebelde», dice.

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