Ervin y Manaudou
Ervin y Manaudou - REUTERS
Natación

Una centésima amarga a Francia

Manaudou, el favorito, pierde por una centésima la final de los 50 metros ante Ervin, de 35 años

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hay un nadador al que le encanta este horario nocturno brasileño: Florent Manaudou. «Es que a mí me gusta acostarme tarde», dice. Con él, Miguel Ángel hubiera tenido un modelo perfecto para su «David». Manaudou roza los dos metros y los cien kilos de peso. Es una mole tranquila. Mientras sus rivales se golpean, escuchan música y se vuelven irascibles antes de saltar a la piscina, él camina a cámara lenta. De paseo. Al fin y al cabo, su trabajo es nadar la prueba más corta. La más veloz. Los 50 metros. Una explosión.

Con Manaudou, campeón en Londres 2012, parece fácil. Salta, se convierte en pura dinamita, salpica espuma hasta la grada y gana. Sale de la piscina tranquilo.

Le resbalan las gotas por su infinita espalda. Le resbala todo. Por eso no cambió de cara cuando un nadador californiano ya casi descatalogado, Anthoni Ervin (35 años y campeón en Sidney 2000), le quitó el oro en la final de Río por una milésima (21.40). La prensa francesa, que daba por seguro el título, rodeó a Manaudou. ¿Qué ha pasado? Y él, sin alterarse, asumió que había cometido errores, que había empezado lento la final y que, pese a tener solo 25 años, quizá sea su despedida de la natación. «No sé si volveré, la vida está para disfrutarla», declaró. La calma del coloso.

La talla le viene de sus padres, un jugador de balonmano y una jugadora de bádminton. A la natación se metió por imitar a su hermano mayor, Nicolás, luego su entrenador. Y su otra hermana, Laure Manaudou, es un icono en Francia. Cuando tenía 17 años, Laure ganó el oro en los 400 metros libres en los Juegos de Atenas 2004. Francia llevaba desde 1952 sin tocar ese metal en la piscina. La prueba, además, fue a las nueve menos cuarto de la noche, cuando todo el país estaba frente a la televisión. El apellido Manaudou ocupó Francia. Luego vinieron más éxitos de Laure y muchas más cámaras, las que persiguieron su tormentosa relación con el nadador italiano Luca Marin. Manaudou fue la estrella de las revistas. Y mientras ella se apagaba, creía el pequeño Florent. Tan tranquilo. Cien Kilos de aparente indolencia.

En las series clasificatorias fue cuarto. Francia se estremeció. «Es que no he querido forzar», calmó. Seguro de su fuerza. En las semifinales marcó el mejor registro: 21.32. Y en la final perdió cuando nadie lo esperaba. Drama en la natación francesa, en declive en Río. Sosiego en Manaudou. «Yo ya lo he ganado todo. Otro oro más no me va a cambiar la vida», había declarado antes de la final. En casa, pese a su tamaño de estatua renacentista, le llaman «el pequeño Flo». No suele preocuparse de nada. De hecho, es su madre la que envía los datos sobre el paradero de «Flo» para el Adams, el sistema del pasaporte biológico que lucha contra el dopaje y que obliga a los deportistas a estar siempre localizados. Lo rellena ella porque a «Flo» todo eso le resbala.

Ver los comentarios