La camiseta de vómito no podía traer nada bueno. La segunda equipación de la selección es más fea que la segunda de La Hoya Fútbol Club (la estampada de brócoli). Con esas manchas amarillas y alguna roja en la pechera parece que al equipo le ha sentado mal la paella. Ganar con semejante espanto habría tenido mérito. Además está la maldición de la camiseta blanca. La del 5-1 frente a Holanda en Brasil. La del Mundial 94, cuando el codazo de Tassoti a Luis Enrique. Es verdad que De Gea iba de amarillo y con el 13, pero eso no dañaba tanto la vista. Con el partido de Croacia hemos vuelto al Naranjito de Monterroso, que diría Gistau. A lo peor. A lo habitual en la selección durante tantos años. La diferencia es que ahora a Italia no le hace gracia el enfrentamiento y piensa que le ha tocado un hueso.

A lo que tenemos que volver es a Piqué. A su dedo corazón enhiesto durante el himno sobre el hombro de De Gea. El catalán dice que estaba crujiéndose los dedos, que nunca faltaría el respeto al himno. Mejor y más divertida versión es la de Pipi Estrada. Ha deducido que lo que está haciendo es señalar a De Gea, reivindicarlo. Que era un gesto solidario con el portero y sus churris de pago. Como la voracidad informativa es universal, el chisme ha dado la vuelta al mundo. En algún medio británico el dedo ha salido pixelado, como si se hubiera sacado otra cosa. Ya podría Piqué haber tirado de Luis Aragonés. Durante un partido del Atlético levantó un dedo al árbitro Ansuátegui Roca. El Comité de Competición lo castigó y él se defendió: «Nada tiene que ver una peineta, que es lo que yo he hecho, con un corte de mangas. Lo primero es un gesto típico español y lo segundo, una ofensa». No es típico español, pero tuvo mérito crear lo de «peineta», término que la prensa fijó. Eso se llamaba hasta entonces «hacer una peseta». Ahora se llama crujir. Lo mismo el dedo era a la camiseta de vómito.