El pitido final desató la locura en las calles de Lisboa. Portugal se planta en la final de la Eurocopa 12 años después y los aficionados lusos no pueden (ni quieren) contener la alegría. Después de dos tandas de penaltis en Octavos y en Cuartos de Final, la victoria frente a Gales en semifinales muestra por fin que la selección entrenada por Fernando Santos llega a la cúspide del campeonato por méritos propios.

Los lisboetas inundaron enseguida la Avenida da Liberdade, principal arteria de la capital, así como los rincones de la Baixa. Banderas rojiverdes por todas partes. Euforia desencadenada. Cánticos, gritos nada contenidos. Y es que Portugal es un demasiado acostumbrado a la vena más nostálgica del fado. Por eso, ahora tiene ganas de soltarse la melena y bailar al son de un gran éxito internacional.

Por supuesto que llegar a una final sirve de poco si no se gana, pero haber ido de menos a más en el torneo eleva la autoestima de nuestros habitualmente melancólicos vecinos. Hasta extremos insospechados. Cuando la selección se quedó en 2004 a las puertas de obtener la corona, la decepción fue mayúscula. Aquel 0-1 en casa contra la Grecia más aguerrida y sorprendente dejó su moral por los suelos. La misma que hoy se alza en todo su esplendor, en espera de conocer si el rival es Alemania o la anfitriona, Francia.

«Más vale comenzar mal y acabar bien», declaró inmediatamente Cristiano Ronaldo, auténtico faro nacional de un equipo en el que también brillan Renato Sanches, Quaresma, André Gomes o Nani, el reciente fichaje del Valencia. CR7 consigue que los portugueses olviden su sempiterno complejo de inferioridad y piensen seriamente conquistar el título de esta espectacular Eurocopa