CÁDIZ CF

La nueva vida de Dani Güiza

La tranquilidad ha llegado a la vida del jerezano; ahora vive en Sanlúcar, rodeado de cadistas, alejado de los focos, yendo de pesca con los amigos y siendo el primero en llegar a entrenar

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Güiza celebra su primer gol en el Cadiz CF.
Güiza celebra su primer gol en el Cadiz CF.

Lejos quedan los tiempos del desorden vital, del tinte rosado que adquiría la información sobre su persona, de las confusiones de la noche y la dureza de la mañana… Dani Güiza es otra persona. Con una nueva familia, nueva ilusión, nuevos aires y, en definitiva, con una nueva vida. El jerezano ha frenado una caída previsible para prolongar su pasión, ese fútbol que rescató a un humildísimo chico del barrio del Chicle para catapultarlo a la fama, al triunfo y al éxito que tantas veces le nubló la vista.

Es otro, muy distinto al de Getafe, el de esa época que con sus claros y sus sombras marcó su carrera. Ahora vive en Sanlúcar con su novia, en una familia de cadistas según comentan, algunos de ellos socios, que le motiva para que se crezca vestido de amarillo.

No es un tipo complejo este Dani Güiza, más bien todo lo contrario. Extremadamente sencillo. Y a ese carácter le suma ahora una calma que le aporta una estabilidad decisiva para reconducir su carrera en su tramo final. Atrás quedan Nuria Bermúdez, Salsa Rosa y esos ‘saraos’ que le apartaron del Mundial de Sudáfrica.

Campeón de Europa con la selección española, Pichichi en Primera con el Mallorca, el ariete no es uno más, por mucho que él se empeñe en declararlo. Sí es cierto que parte de cero, incluso en negativo por el rechazo de un sector del cadismo que no acepta sus palabras en el pasado. Así que se ha propuesto ser un ejemplo tanto en el vestuario como fuera de él.

Güiza es el primero en llegar a los entrenamientos junto a Kike Márquez y Salvi, los amigos que le acompañan desde la tierra de la Manzanilla. A las 7;30 aparcaban en El Rosal el pasado martes para ejercitarse a las nueve, incluso por delante de su entrenador. Con ello el jerezano muestra su compromiso con un club que ha apostado muy fuerte por él, corriendo un serio riesgo al enfrentarse a muchos aficionados.

Se ha integrado perfectamente en el vestuario y ya en la ofrenda floral a la Patrona sus compañeros bromeaban con él por las calles de Cádiz. Se ha apoyado en los dos sanluqueños, vecinos y amigos a los que conocía de antes por su relación con el club verdiblanco, y habla maravillas de un grupo humano del que soltaba elogios desde el primer día. Empezando por Claudio Barragán. En lo deportivo, y como se vio por el esfuerzo físico que realizó ante el Cartagena, se vacía en cada entrenamiento pues sabe que es la referencia de esta entidad y se le mira con lupa.

Durante sus años mozos no llevó una vida ejemplar. Su descuido en la alimentación, su delirio por las hamburguesas y la comida rápida era tan conocido que hasta Quique Pina, representante y padre futbolístico, le tuvo que meter en cintura. Ahora desayuna y almuerza en la Ciudad Deportiva, y en casa ha encontrado también el equilibrio.

Nada de salidas por la noche ni de discotecas. Ya se tuvo que cortar la coleta pues en Turquía o Paraguay no era muy conveniente salir a horas intempestivas sin conocer el terreno. Y porque el combustible, físico y monetario, se quema demasiado rápido. Al margen del fútbol, su pasión es la pesca, y cuando tiene un hueco sale con una ‘barquita’ allí en Sanlúcar, muchas veces acompañado de Nolito, futbolista del Celta de Vigo y buen amigo de Güiza.

En los paseos por su localidad recoge el cariño de muchos cadistas, que le animan constantemente y le piden que les devuelva la alegría extraviada en estos últimos años. Siente ese aliento cuando hace la compra o se toma una ‘tapita’ en el Bigote o en Balbino, y por eso le sorprendió el rechazo de muchos seguidores gaditanos. Es capaz de adelantarse a los movimientos de los defensas (Verdú puede dar fe de ello) pero no se percató de la que le venía encima con la presentación.

Aún así, lo asumió. Güiza eligió el Cádiz CF por una razón especial: su hinchada. Se crece en un estadio a rebosar, con una afición caliente y pasional, le recuerda a épocas no tan lejanas. Eso le motiva, se crece, ya vengan aplausos o silbidos. De Getafe le desencantaba esa ausencia, y en Carranza lo valora enormemente. Mientras otros se arrugan, el de Jerez se viene arriba. “Sudando la camiseta y metiendo goles la afición se dará cuenta de que voy a dar todo por el Cádiz”. No le tembló el pulso ante la hostilidad.

Se ampara en la ilusión de sus inicios, vuelve a sentir ese cosquilleo. En Cerro Porteño vibró en su idilio con la parroquia local, pero eliminado de la Copa Libertadores y con problemas familiares de por medio entendió que había llegado el momento de volver a casa. Su padre había sufrido un infarto y Güiza quería estar aquí. Ese mismo padre que el pasado sábado aplaudía como uno más en el coliseo amarillo, el que coreaba su nombre junto a otros seguidores que esperan a ese líder profético que les conduzca en su éxodo para atravesar el desierto y regresar a la tierra prometida.

“Esto es la primera jornada; queda mucho, el año es muy largo” tranquilizaba él mismo a los suyos tras haberse ganado la ovación de Carranza. Para eso ha venido. Cuando podía haber colgado definitivamente las botas, con 35 años, Güiza se las volvió a calzar porque tiene un reto en mente: ascender al Cádiz CF. Es el broche a su carrera.

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