El alemán Dirk Nowitzki, en el partido en el que alcanzó los 30.000 puntos
El alemán Dirk Nowitzki, en el partido en el que alcanzó los 30.000 puntos - Reuters
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Dirk Nowitzki, el europeo de los 30.000 puntos

El alemán se convertía esta semana en uno de los seis jugadores de toda la historia de la NBA, y el único extranjero, en alcanzar una cifra histórica

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Iban jugados apenas 14 minutos de partido y Dirk Nowitzki recibió la bola en el lado derecho. La fama le precede y no hay defensor que le deje más que un puñado de centímetros, porque todo el mundo sabe que su tiro es letal. Pero casi siempre da igual: Nowitzki, que estaba de espaldas al aro, se giró para ganar espacio, movió el pie y se irguió para lanzar a canasta como si tuviera un muelle en el tronco. El balón traspasó el aro y besó la red.

Miles de veces ha hecho jugadas casi calcadas Nowitzki, de 38 años, pero con esa, el pasado martes ante los Lakers, llegó a los 30.000 puntos anotados en el total de su carrera, algo que solo seis jugadores más han hecho en toda la historia de la NBA.

Le acompañan Wilt Chamberlain, el hombre de los cien puntos en un solo partido; Michael Jordan, serio candidato a mayor mito de la historia del deporte; Karl Malone, posiblemente el mejor jugador que nunca ganó un título de campeón; Kobe Byrant, el anotador más genial que ha dado el baloncesto; y Kareem Abdul Jabbar, el jugador eterno que ganó seis títulos y batió decenas de récords.

Apuesta de su descubridor

Entre esas compañías se mueve un jugador llegado de Alemania en el que casi nadie creía cuando aterrizó en la NBA en 1999. Varios motivos explicaron la falta de fe en Nowitzki cuando era una promesa: primero, cierto halo de misterio en torno a su procedencia. A Nowitzki le descubrió Holger Geschwindner, un exjugador alemán, olímpico en Múnich’72, que vio a un muchacho de 2,13 metros entrenando con el equipo de Würzburg y adivinó la oportunidad de su vida.

Tras pedir permiso a sus padres, Geschwindner, que aprendió a jugar viendo a los militares americanos destinados en Alemania tras la II Guerra Mundial, se convirtió en el mentor de Nowitzki. Todavía hoy sigue aplicando sus poco ortodoxos métodos –introduce gran cantidad de conocimientos físicos y musicales a sus enseñanzas– sobre el jugador alemán de los Dallas Mavericks.

Nowitzki empezó entonces a ganar cierto prestigio entre los ojeadores –el Barcelona le intentó fichar pero él lo rechazó porque ya pensaba en la NBA–, aunque al fin y al cabo era un jugador europeo intentando entrar en una liga que solo entonces empezaba a confiar en ellos. Aunque ya habían aterrizado nombres como Toni Kukoc, Arvydas Sabonis, Drazen Petrovic, Vlade Divac y Sarunas Marciulionis, ninguno de ellos llegó a ser una estrella.

Por eso el papel del alemán, el primer extranjero en anotar 30.000 puntos en la NBA, es tan importante. Aunque Pau Gasol y Tony Parker tienen más títulos, él ha sido la primera superestrella que conquista América sin que ningún tramo de su formación haya estado relacionada con los Estados Unidos.

Solo tiene un anillo de campeón de la NBA, pero lo consiguió fiel a su estilo. Pese a varias derrotas tan sonadas como amargas, una de ellas en la final de la liga, Nowitzki mantuvo la fe en que podía liderar a un equipo campeón en Dallas. Sus críticos defendían que un jugador como él no podía llevar a un equipo al título: era un hombre alto cuya mejor habilidad era el tiro exterior. En el baloncesto al que él llegó, en los noventa, se pensaba que eso era una frivolidad.

Dos décadas después, a los pívots se les exige que anoten desde lejos. No hay ninguno que lo haga tan bien como Nowitzki, uno de los mejores tiradores de la historia de la NBA y el gran rostro de esta revolución en el baloncesto. Sus actuaciones en los Playoffs de 2011 –en los que promedió 27 puntos por partido– fueron una exhibición de puntualidad y consistencia a partir de una muñeca prodigiosa. Valieron el único título de la historia de los Mavericks, derrotando en la final a los Heat de LeBron James.

En 1998 fue elegido en el noveno puesto del draft, la ceremonia en la que los equipos escogen a las promesas que entran en la liga. A muchos les pareció un disparate, pero Don Nelson, revolucionario entrenador que dirigía a los Mavericks, quedó prendado del alemán nada más verle. Lo que ahora parece disparatado es que ocho clubes pasasen de Nowitzki. En sus 19 años de carrera en la NBA, todos en Dallas, acumula una infinidad de menciones individuales: 13 veces elegido para el All-Star, 12 veces en uno de los equipos de la temporada y ganador de un trofeo de MVP (jugador más valioso) de la liga y también de la final de la NBA. Ningún europeo se acerca a estos logros, a la altura en la que Nowitzki ha puesto a todo el baloncesto mundial.

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