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Así es Rafa Cabrera, la nueva joya del golf español

A pesar de caer en semifinales del «Match Play», se confirma como la alternativa a Sergio García y Miguel Ángel Jiménez

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El golf español está de enhorabuena, pues parece que ha llegado el relevo. En la mente de los aficionados se echaba en falta una alternativa a los triunfos internacionales de las estrellas del pasado (Seve Ballesteros y José Mari Olazábal) y del presente (Sergio García y Miguel Ángel Jiménez). Y con las actuaciones de Rafa Cabrera en este 2016 se añade un nuevo nombre a este elenco de elegidos.

Es cierto que el grancanario no cuenta con el palmarés de otros compañeros de su generación, como Gonzalo Fernández Castaño o Álvaro Quirós, pero al final lo que cuenta en este deporte es la regularidad. Y en ese aspecto Rafa es un seguro en los últimos años. Con una gran técnica y una condición física espectacular («es el más fuerte del Circuito Europeo», declara su preparador, Emilio Pereira) ha ido subiendo peldaños en su carrera hasta encontrarse ahora en plena madurez, después de una década en la élite.

Los Mundiales, su gran arma

El año pasado estuvo rozando el triunfo en varias ocasiones y en este lo ha rozado con la punta de los dedos. Acabó segundo dos semanas seguidas en Qatar y Dubái y así consiguió un objetivo largamente perseguido: meterse en la lucha por los Juegos Olímpicos. «Hasta que no llegue el momento no empezaré a pensar en ello», declaraba el año pasado en Múnich antes de salir como líder en la última ronda del BMW. Y tenía razón en no presionarse con la idea, a pesar de que en su entorno la confianza era absoluta en sus posibilidades: «Tengo que ver cómo me organizo el viaje para acompañar a mi hermano en Río», afirmaba con seguridad la también profesional Emma en la misma cita alemana. Como se ha visto con el caso de Jiménez, que hasta Navidad parecía tener la plaza asegurada y ahora ya ha renunciado a la vista del arreón del insular, trazarse una meta tan lejana puede resultar más una obsesión que un estímulo en esos casos.

Después de su espectacular gira del desierto, ha sido el mes de marzo el que le ha abierto las puertas de la gloria. Pleno de motivación y con un gran poso, sorteó los obstáculos que le fue poniendo el «Blue Monster» en el Cadillac y salió a jugar el domingo desde la séptima plaza, en plena pelea de tú a tú con los mejores golfistas del planeta. Lamentablemente, una mala última vuelta (su defecto es que le cuesta rematar los torneos) le hizo terminar undécimo, pero con una gran cosecha de puntos para el ranking.

Así las cosas, se presentó la semana pasada en el «Match-Play» de Austin con mucho que ganar y poco que perder. Sabía que si llegaba a cuartos de final se ganaría una plaza para el Masters de Augusta («el único grande que no he jugado y me hacía mucha ilusión participar», declaró) y decidió afrontar las cosas con tranquilidad, partido a partido. Ganó con sobriedad a Matsuyama y Kisner y empató con Kjeldsen en un final épico para pasar a octavos. Una vez ahí se deshizo de An con rotundidad y de Moore con solvencia en los cuartos. Todo ello, con una receta mágica, como descubrió: «No estoy regalando hoyos y eso es muy importante en esta modalidad. Hay que estar siempre ahí y presionar a tu oponente».

Ocasión perdida

Lamentablemente, ayer Cabrera no tuvo el mismo nivel de acierto y acusó los nervios en la semifinal ante Oosthuizen. Nunca fue por delante en el marcador y falló «putts» claves entre los hoyos 10 y 13 que dejaron el camino expedito al sudafricano (4 y 3), que se jugaría el título ante Day. Para el español, independientemente de ganar a Rory McIlroy en la final de consolación, se ha abierto un nuevo panorama. Tiene casi asegurada su tarjeta para el PGA Tour en 2017 y muy bien apuntalada su plaza en la Ryder Cup del próximo mes de septiembre.

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