Premios Laureus

Michael Johnson, el campeón que volvió a aprender a andar con 51 años

El laureado velocista atravesó una situación límite en su vida tras sufrir un ictus en 2018. Atiende a ABC en la celebración de los Premios Laureus en Berlín

Michael Johnson posa con motiivo de los Premios Laureus 2020 en Berlín Foto cedida por Laureus / Vïdeo: Michael Johnson vuelve a La Cartuja 20 años después del récord
Carlos Tristán González

Carlos Tristán González

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El nombre de Michael Johnson (Estados Unidos, 1967) está escrito con letras de oro en la historia del atletismo . Cuando este deporte aún se relamía por todo lo logrado por Carl Lewis —diez medallas olímpicas y otras tantas mundiales—, apareció este joven espigado dispuesto a coger el testigo. Su primer oro mundial llegó en Tokio 1991, y su presentación en unos Juegos fue en Barcelona 1992 , donde se hizo con su primer oro olímpico como miembro del equipo de los 4 x 400 m. Una intoxicación alimentaria le impidió pelear por más metales, pero su carrera solo acababa de despegar.

Cuatro años después, en los Juegos de 1996 en Atlanta , acaparó todo el protagonismo. Tenía 29 años y había ganado el oro en los 400 m. Días después, en un doblete insólito en el atletismo hasta la fecha, repetiría éxito en los 200 m. Había nacido una estrella. Suya fue la última década del siglo XX, la cual tiene grabada el sello de Johnson. En los Juegos del 2000 en Sídney reeditó su oro en los 400 m y a las cuatro medallas en Juegos hay que sumarles ocho oros mundiales. En sus marcas, mirada al frente y a correr; y en la pista lo hacía como nadie. Mientras sus rivales corrían, él volaba.

Verano de 2018

Con una cadena de oro al cuello y una zapatilla Nike de distinta talla para cada pie, Johnson patentó su propia manera de correr. Con su particular estilo, erguido como ningún otro, se acabó convirtiendo en un ídolo para sus compatriotas y en un icono del atletismo. Un deporte que, según narra ahora a ABC , le ha acabado salvando la vida años después.

Estamos en Berlín, en los Premios Laureus 2020 . Johnson es uno de los asiduos a esta cita, pero esta edición es diferente a las anteriores: llega después de que su vida haya estado al borde del abismo. En 2019 no estuvo presente pues su historia, la de superhéroe sin capa, dio un giro de ciento ochenta grados en agosto de 2018, cuando un infarto cerebral le obligó a reducir su velocidad de crucero. Si antes las entrevistas giraban en torno a lo logrado sobre las pistas, ahora las preguntas se dirigen a su etapa más amarga, un tiempo en el que ha sentido miedo, pero también apoyo: «Mi familia ha sido esencial en este proceso. Sin ellos habría sido mucho más difícil».

Ocurrió hace un año y medio. Durante un entrenamiento en su casa de California, Johnson notó que algo no iba bien y decidió acudir al hospital. Antes llamó a su mujer y le avisó de que pasaba algo raro. Un hormigueo en la pierna, un poco de parálisis en el brazo... No estaba equivocado. Cuando llegó a las urgencias del UCLA en Santa Mónica, y tras las pruebas pertinentes, se confirmó el diagnóstico: «Cuando el médico me dijo lo que me estaba pasando fue una sorpresa», cuenta. Sin embargo, gracias a su iniciativa de ir al hospital se pudo atajar el problema a tiempo, aunque eso no evitó las secuelas de aquel ictus. Ahora, de vuelta a la «normalidad», explica a este diario cómo ha superado este bache: «Me siento recuperado. Todo es como antes, pero ha sido muy difícil».

Aquel verano le fallaron las piernas al invencible Johnson. Como consecuencia del infarto cerebral tuvo que aprender a caminar de nuevo. «¡Claro que tuve miedo de no volver a andar!» , confiesa. «Es una situación en la que obviamente nadie quiere estar», explica. Pero por suerte, asegura, su pasado le echó una mano. Todo lo que Johnson le había dado al deporte, el deporte se lo devolvió a él: «Tengo la fortuna de tener un pasado como atleta. Me ayudó a encontrar una motivación y a poder volver a la normalidad. Estoy muy agradecido a esa etapa de mi vida y ha sido esencial en la recuperación».

Una rutina diferente

Su rehabilitación se ha podido seguir a través de sus redes sociales. El ídolo que antes subía imágenes y vídeos exhibiendo su espectacular estado físico a los cincuenta pasó a compartir escenas de alguien para el que cada paso se convirtió en un mundo. Poco o nada queda de aquello, a juzgar por las apariencias. Johnson camina lento, también porque va con su forma de ser. La velocidad de la que hizo gala durante su carrera no le acompaña ahora, abonado más bien a un estado reflexivo que se aprecia en la entrevista: «Nunca esperas que te pase algo así, y más teniendo en cuenta el estilo de vida tan sano que llevaba».

Esta experiencia, aunque de manera diferente, volvió a llevar a su cuerpo al límite. Quien fuera poseedor de récords mundiales, aquel que convirtió en costumbre colgarse una medalla al cuello, se vio abocado a largar jornadas de rehabilitación para volver a ser el que era antes del ictus. Y lo consiguió. Ahora trabaja con distintas organizaciones para tratar de evitar este tipo de afecciones y ayudar a su prevención. Su ejemplo sirve de motivación para quienes sufren algo parecido. Con trabajo, tal y como cuenta, se puede conseguir.

La entrevista concluye volviendo a hablar de atletismo, su gran pasión. Johnson sigue de cerca este deporte y no especula en sus respuestas. Sobre Kipchoge , primero en correr en menos de dos horas la distancia de un maratón , tiene buenas palabras: «Si lo pones en su contexto, en la idea detrás del proyecto que pretendía ver cuáles son los límites del ser humano en las condiciones perfectas, fue un gran logro». Hay que escucharle, pues si alguien sabe de límites, es, sin duda, Michael Johnson.

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