Deporte paralímpico

Descensos a ciegas a ritmo de sinfonías a seis dedos

Pepe García, promesa del esquí adaptado de 18 años, aspira a unos Juegos Paralímpicos mientras compagina el deporte con la carrera de Ingeniería Informática y sus conciertos de piano

Pepe García, con los esquíes y los premios ganados en los descensos ABC

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A Pepe García (Granada, 2003) no le gustan los compartimentos. Es pianista, esquiador de elite y estudiante de Ingeniería Informática. Todo. «Soy un pianista y un esquiador. Al mismo tiempo que en un futuro pueda trabajar del piano, también aspiro a clasificarme para unos Juegos Paralímpicos. No tengo ninguna cosa como afición. Las dos cosas son trabajo. Y luego, ya veremos con la ingeniería. ¿Por qué voy a elegir si puedo compaginarlo con todo por el momento?», se pregunta con una lógica y una agenda precisas: a las 8 de la mañana, Universidad; a las 15.30, gimnasio; a las 17.30, Conservatorio. Aunque lo reconoce: «Yo me estreso mucho, pero intento organizarme lo mejor posible. El esquí más que un trabajo me ayuda a despejarme y me relaja». Con esta declaración de intenciones es normal que su alta discapacidad, sin visión en un ojo y muy poca en el otro, y una mutación de un gen que le impidió desarrollar del todo el brazo izquierdo y la mano derecha , es solo una característica más de su personalidad.

« La sociedad da mensajes de que somos menos capaces . Y no es así. Solo necesitamos más tiempo o hacerlo de otra forma. El esquí que practico yo es con guía, llevo a una persona delante, pero llego a lo mismo. El problema es que la persona se crea que está menos capacitado. No lo somos, tenemos capacidades distintas», explica a ABC.

García se adapta y con ello ha conseguido que el mundo del deporte y la música giren a su son. Se enamoró del piano tras ver tocar a una amiga y ahora da conciertos con sus partituras adaptadas para seis dedos. Comenzó en el esquí porque nadie, ni sus profesores ni sus padres –aunque su madre no soporte verlo bajar– le dijeron que no podía. «En mi colegio, mi profe Jorge Marín siempre fue un apoyo increíble. Si había que hacer bicicleta, Pepe hacía bicicleta como sus compañeros . En una semana de la nieve nos dijeron que iríamos a esquiar. Mi madre dijo que esa semana yo no iría al colegio, pero el profe le contestó '¿Cómo que no? Me empezó a gustar y luego subía mucho con mi padre. Con la ONCE comencé más en serio. El técnico de deportes de Granada me dijo que empezara a competir. Pero quedaba tercero, cuarto o quinto, no muy bien los primeros años».

Pero perseveró; ahí están, confiesa, muchas horas de lágrimas. «La gente tiene que ver que las cosas se pueden conseguir. Pero no soy ‘míster wonderful’. No es llegar y hecho. Yo llevo diez años trabajando para llegar al equipo nacional de esquí . Y nueve tocando el piano para ser lo que soy ahora. No diré que el que quiere puede. Hay cosas imposibles. Yo no puedo tocar partituras para diez dedos. Es posible lo que trabajas y si buscas los medios para conseguirlo».

Tuvo que perseverar para conseguir el medio adecuado para lanzarse por las laderas. «Fue un caos encontrar un guía, y eso que tenemos la nieve aquí mismo. Nadie quería. El que tiene nivel es profesor; ser guía no es lucrativo. No pagas fortfait, pero solo cobras el día de la competición», denuncia. «Gracias al director de la Federación de Deportes de Invierno Inclusivos conocí a Javi Calvo , y gracias a él, que quería ser guía, mejoré. Nos entrenamos todos los fines de semana y llegas a una compenetración que se nota en la pista». Quedó subcampeón de España, su puerta para el equipo nacional. Ahora se recupera de una lesión, pero su sueño de alcanzar unos Juegos Paralímpicos sigue más vivo que nunca; de ahí sus horas en el gimnasio aunque aún no pueda sentir ese subidón de adrenalina que le da un descenso con los esquíes y su guía.

«Las barreras nos las ponemos nosotros. Yo soy el primero que se agobia con cero. Y eso ya me pone límites. Y si me pongo barreras ya no lo puedo hacer . Si me desanimo en el esquí, le tengo que decir a mi guía que me dé ánimos. Si confía en mí, yo me subo. Si no puedo yo, busco a otras personas para que me ayuden», admite. Por la lesión ya no tiene opción de clasificarse para Pekín 2022, pero con 18 años tiene tiempo y ganas y empeño y mucha disciplina para alcanzar el objetivo de Milán 2026 .

Pepe García, al piano, su otra profesión

Mientras, la música le aporta la relajación y la concentración para compaginarlo todo, también la carrera de Ingeniería Informática, a la que llegó por sus notas (13.08 en Selectividad) y su afición por la inteligencia artificial y con la que le gustaría hacer una sociedad más inclusiva. No conduce, algo que le gustaría para no depender de otros, y aún así, mira por los demás: «Falta una aplicación para encontrar aparcamientos para personas con discapacidad. Y para las personas ciegas, unas gafas con sensor que nos dijera si el semáforo está rojo o podemos pasar ».

Son sus próximas metas para este esquiador de alto rendimiento, pianista e ingeniero en ciernes. «El fracaso –dice– es no intentarlo».

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