Alpinismo

Los grandes retos del alpinismo invernal: «Si fallas en algo, eres hombre muerto»

Crece el número de expediciones que se acercan a las montañas más altas del mundo con el objetivo de medir los límites del ser humano en la estación más salvaje

Tamara Lunger y Simone Moro, en su aclimatación invernal Instagram
Emilio V. Escudero

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Muchas veces, las grandes gestas del deporte se escriben con renglones torcidos y la que marca el punto de partida del alpinismo invernal comenzó de esa manera. Un desliz burocrático empujó a la historia a un grupo de montañeros polacos instalados en el campo base del Everest en febrero de 1980 . A punto de agotar el permiso para subir al techo del mundo, el líder de la expedición, Andrzej Zawada , mandó a un emisario para que solicitara una prórroga del permiso a las autoridades. Harto de la dureza que suponía vivir en aquel lugar -donde llevaban desde el 5 de enero-, pidió extender la autorización... pero solo por dos días más, hasta el 17 de febrero.

Aquello obligó al equipo a lanzarse hacia la cumbre sin importar las condiciones. Estaba en juego el prestigio del país y un lugar en la historia del alpinismo. Tras varios intentos fallidos, fueron Krzysztof Wielicki - premio Princesa de Asturias 2018 - y su compañero de cordada Lescek Cichy (los dos más jóvenes e inexpertos de la expedición) los que alcanzaron por primera vez la cima del Everest en invierno. Lo hicieron cargados con una mochila y una pequeña botella de oxígeno que apenas sabían utilizar. Un hito que parecía inalcanzable y que abrió el camino a un mundo nuevo. El del alpinismo en la estación más salvaje. El mayor desafío, que cuarenta años después sigue albergando retos que no han podido ser alcanzados.

Uno de los que mejor conoce la montaña en invierno es Alex Txikon , que lleva desde 2011 retando a las cumbres más altas del mundo en esta época del año. De hecho, en 2016 se convirtió -junto a Simone Moro y Ali Sadpara - en el primer alpinista en hollar la cima invernal del Nanga Parbat. El español no es el único que prefiere estos meses para llevar a cabo sus proyectos. Cada vez son más las expediciones que se instalan en el Himalaya o el Karakórum para alcanzar nuevos hitos dibujados en la montaña. Gestas que esconden tras de sí una mezcla de heroísmo y locura difícil de entender para muchos.

« Puede que estemos un poco locos, pero hay que tener claro que todo lo que hacemos está muy meditado . Una mala planificación resulta fatal en este terreno. Tienes que adelantarte a la meteorología, porque si fallas en algo eres hombre muerto», explica Txikon a ABC antes de partir a su enésima aventura en el Himalaya. Allí intentará emular a aquellos polacos pioneros que subieron a la cima del Everest, pero buscará conseguirlo sin oxígeno. Algo que solo Ang Rita Sherpa ha logrado, aunque en su caso hizo la preparación de la ruta en otoño, por lo que muchos no lo consideran una auténtica ascensión invernal.

La imagen en el campo base del Everest cambia mucho estos días. El mismo lugar que dentro de unos meses será una pequeña ciudad, apenas acoge estas semanas a un puñado de aspirantes a entrar en la historia. Además de la expedición de Txikon , que llegará allí en los próximos días tras la aclimatación previa, el joven alemán Jost Kobusch se encuentra allí desde final de año con el mismo objetivo.

«Me gusta mucho que haya tanto movimiento, porque es en esta época cuando la montaña muestra su máxima hermosura. Eso sí, la exposición es máxima. Desde que sales del campo base sabes que te estás jugando la vida », señala el español, que en su tercer intento de subir al Everest en invierno solo pide que la climatología le permita hacer un ataque a cumbre.

Para eso, Txikon necesitaría varias ventanas de «buen tiempo». Temperaturas de 30 bajo cero y vientos de 30 kilómetros por hora, que es lo que puede considerarse unas condiciones aceptables en el Himalaya. La realidad, a menudo, es muy diferente, porque el termómetro suele acercarse más a los 50 bajo cero, con una sensación más incómoda por culpa del viento huracanado. Por eso, si sale el sol, es momento de ponerse en marcha y equipar la ruta. Así llevan haciéndolo varias jornadas Simone Moro y Tamara Lunger en las inmediaciones de los dos Gasherbrum . Su objetivo, conseguir enlazar las dos cumbres y lograr así la primera travesía invernal de dos ochomiles.

Lunger podría acompañar a Elisabeth Revol y Marianne Chapuisat como las únicas mujeres en haber ascendido un ochomil en invierno. La francesa lo consiguió en 2016 tras tocar cumbre en el Nanga Parbat. «Tienes que tener una capacidad de adaptación muy grande y estar preparado para cuando llegue esa ventana de buen tiempo poder alcanzar la cumbre», explica la francesa Revol a ABC.

Ella conoce perfectamente la dureza de la montaña en invierno, pero también es consciente de la belleza que entraña esa época del año en el Himalaya. « La majestuosidad del paisaje en invierno es increíble y te sitúa en tu lugar del mundo como ser humano », detalla. Para Revol, es clave el estudio de la montaña y también el entrenamiento. «Tienes que conocer los límites de tu cuerpo. Solo así sabrás si eres capaz de escalar con esas condiciones tan adversas», señala.

El inexpugnable K2

Muy cerca de Moro y Lunger, el enigmático Denis Urubko y Don Bowie buscan la primera ascensión invernal al Broad Peak (dentro del calendario meteorológico, que termina el 28 de febrero), en cuyo campo base llevan desde el pasado 26 de diciembre. Por ahora, han conseguido llegar hasta los 6.200 metros, muy cerca del campo 2. Si finalmente consiguen la cima, su idea es trasladarse al K2 para medirse a la montaña salvaje . La única que nadie ha hollado en invierno con o sin oxígeno. Terreno inexplorado que una expedición internacional liderada por Mingma Sherpa tratará de conquistar.

A priori, sus opciones parecen escasas, pero también lo eran las de aquellos pioneros polacos que se lanzaron a por el Everest sin saber exactamente dónde iban . Impulsados por el espíritu de aventura y la sed de gloria. Los mismos ingredientes que habitan estos días en los alpinistas que buscan tocar el cielo en el Himalaya y el Karakórum.

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