Atletismo

La gesta del soldado descalzo cumple 60 años

El etíope Abebe Bikila coronó a África en los Juegos de Roma 1960 al ganar el oro en maratón sin zapatillas

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Es un personaje de leyenda, el más grande maratonista de todos los tiempos. Corrió descalzo 42 kilómetros y 195 metros. La gesta que el etíope Abebe Bikila (1932 – 1973) cumplió en los Juegos Olímpicos de Roma, el 10 de septiembre de 1960, hace hoy 60 años, es inolvidable. Los romanos, incluidas las nuevas generaciones, siguen recordándola con admiración, porque esa victoria fue la imagen de los Juegos Olímpicos de Roma. Formará parte para siempre de la historia olímpica, entre otras cosas por ese detalle: Abebe corrió descalzo durante dos horas, quince minutos y dieciséis segundos . Era visto casi como un extraterrestre entre los atletas; con sus pies descalzos parecía patinar por los adoquines de la vía Sacra, por el asfalto caliente de la vía Cristóbal Colón, el pavimento de la vía Apia, y por las calles de la Ciudad Eterna... como si estuviera corriendo por los caminos de tierra de sus mesetas etíopes.

En Roma, la falta de zapatillas de deporte fue considerada como un símbolo de la pobreza de África. Al mismo tiempo, se transformó en el mito del africano que puede correr sin tener necesidad de nada. En realidad, sí tenía zapatillas de deporte, pero Abebe se las quitó veinte minutos antes de la salida, porque las que había comprado le habían causado ampollas en los pies. Con asombro, los médicos que lo visitaron, quedaron intrigados por las plantas de sus pies : Eran puro callo.

Atleta desconocido

Abebe Bikila era un atleta desconocido en Roma, aunque su carrera deportiva había comenzado cuando, con poco más de diecisiete años, fue reclutado por la guardia personal del emperador de Etiopía, Negus Selassie. El soldado Bikila se despertaba a las cuatro de la mañana y corría durante dos horas. Así todos los santos días. El sueco Oni Niskanen, director de la Cruz Roja en Etiopía y seleccionador nacional, lo preparó para los Juegos Olímpicos de Roma. En la carrera de selección, Bikila ganó fácilmente el maratón en 2h 21′23 ″, un resultado extraordinario porque lo obtuvo a 2400 metros de altitud de Addis Abeba . Era un tiempo con algo más de seis minutos del logrado por soviético Sergei Popov, uno de los evidentes favoritos para la medalla de oro en Roma, junto con el marroquí Rhadi Abdesselam y el británico Denis O 'Gorman. En los entrenamientos en Etiopía, el sueco Niskanen le hizo correr la distancia de 32 kilómetros, con zapatillas de deporte y sin ellas: Bikila hizo un tiempo de 1h 45 ′ descalzo, casi un minuto y medio menos que con zapatillas. Unos días antes de partir hacia Roma, volvió a intentarlo en la misma distancia, siempre descalzo. Había mejorado: 1h 42′ 36 ″, a 2000 m de altitud.

Cuando llegó a la Ciudad Eterna acaba de cumplir 28 años. Se había casado seis meses antes. Era un atleta larguirucho. El emperador Haile Selassie lo miró y desconfiando preguntó a su séquito: «¿Pero cómo va a ganar este si está tan delgado?». A pesar de todo, el Negus dio a los atletas etíopes la consigna de lograr una victoria: «Un triunfo en Roma será como vencer mil veces». El último emperador de Etiopía abrigaba la esperanza de tomarse la revancha, veinticuatro años después de la conquista de Addis Abeba por las tropas de Benito Mussolini.

La imagen de las Olimpiadas de Roma

En la línea de salida, en el Campidoglio, los atletas se calentaban, a la espera del disparo que marcaría el inicio del maratón. Entre ellos, el desconocido, Bikila, con cara seria y taciturno. Sabe que debe concentrar su atención en los tres favoritos: El número 69 del soviético Popov, el 73 del británico O 'Gorman y el 26 del marroquí Rhadi. Escribe estos tres números en su mano izquierda para tenerlos en cuenta, pero el sudor pronto los borrará. En el kilómetro 30, corre al lado del atleta con el número 185. No sabe que es el marroquí Rhadi, que se ha puesto la camiseta con la que compitió en los 10.000 metros. Pero comprende que ese es el mejor ritmo para llegar al final. El estirón lo da tras pasar las Termas de Caracalla, ante el edificio de la FAO, donde está un obelisco etíope milenario, traído por Mussolini en 1937 (Italia lo restituye en el 2005). Ese obelisco de Axum fue un símbolo que le dio energía a Abebe. El marroquí Rhadi no logró mantener su paso cuando el etíope dio el sprint final, al ver el fondo el Coliseo. Acabó con un tiempo de dos horas 15 minutos y 16 segundos, récord olímpico. El público de las tribunas alucinó: Esperaban ver al soviético Popov o al marroquí Rhadi, pero llegó un desconocido, y además descalzo. Les pareció una ensoñación. Con su número 11, los brazos alzados y manos abiertas al cruzar la meta, ante el Arco de Constantino, un arco de triunfo, frente al Anfiteatro Flavio, Abebe Bikila asombró al mundo. Esa fue la imagen de las Olimpiadas de Roma. El oro olímpico coronó no solo a Bikila, sino a todo el continente africano, en un momento en el que los imperios coloniales se desmoronaban y los países de África empezaban a conquistar la independencia. «Italia necesitó un ejército para derrotar a Etiopía, mientras que solo un soldado etíope pudo conquistar Roma», clamó Abebe Bikila al ser recibido como un héroe en Addis Abeba.

Final amargo

El triunfo de Roma lo repitió cuatro años después en Tokio, con otro récord mundial, pero esta vez, con zapatillas: 2h12′11″. Nadie, antes de Bikila, había ganado dos veces el maratón olímpico. Su hazaña sigue asombrando al mundo y le dedican nuevos libros. El último acaba de publicarse: «Vencer en Roma. La inolvidable empresa de Abebe Bikila», del francés Sylvain Coher .

LA historia de Abebe Bikila historia tuvo un final amargo: En 1969, un accidente de tráfico, cerca de Addis Abeba, lo dejó paralítico de cintura para abajo . En 1972 participó en los Juegos Paralímpicos en Heildeberg, compitiendo en tiro con arco. Murió en 1973, a los 41 años, por hemorragia cerebral. Etiopía lloró y lo despidió como a un héroe, con una solemne ceremonia. Participó el emperador y cientos de miles de personas. El mundo recordará siempre su gesta de Roma, una de las más memorables de la historia del deporte.

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