Mundial de kárate

Sandra Sánchez, todo por el kárate

La española sueña, literalmente, con la medalla en Madrid, después de levantarse de un duro periodo en el que casi se creyó que no valía

Sandra Sánchez EFE

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Sobre el tatami Sandra Sánchez ni siquiera parpadea, concentración absoluta en sus movimientos, certeros, bellos y contundentes para ser la número 1 en kata durante tres años seguidos. Fuera del tatami, sus ojos irradian una fuerza y un optimismo que se contagia y que queda para siempre en una risa de quien disfruta de la vida. Es la mejor karateca del mundo, aunque para ella «no sea para tanto» porque todavía tiene tanto que dar que se le escapan los retos por esas manos capaces de explicar un recuerdo siempre en movimiento que de conquistar medallas. «Me acuerdo de vivir en la grada el Mundial de 2002 y sentir toda esa energía en la grada y pensar: “jo, me gustaría vivir algo así de bonito”. Ahora tengo la oportunidad». Porque lidera, con Damián Quintero, a la selección española de kárate en el Campeonato del Mundo que se celebra en Madrid y que es la antesala del mayor de los sueños: los Juegos Olímpicos.

«Siempre veo los vídeos de los deportistas, de ese segundo en que son conscientes de que han ganado la medalla: cuando llegas el primero y sale tu nombre en pantalla, cuando al árbitro te da ganador… y lloro. Así que imagínate si estoy ahí, uff, qué bonito», se emociona imaginando un futuro que lleva años trabajando. Hoy, con 37, es la mejor del mundo. Pero hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que el kárate parecía negarle la entrada. «También hay lagrimillas detrás de las sonrisas. Porque ves que toda esa gente a la que admiras, que respetas porque saben más que tú no confían en ti, te dicen que no vales para algo que tú le estás poniendo todo tu corazón . Llega un momento en el que tu cabeza tiene un momento de inflexión de decir: a lo mejor lo que yo creo está equivocado. Si todo el mundo que está por encima de mí me dice que no, a lo mejor soy yo la que no quiero asumir la realidad. Hay una línea muy fina entre asumir la realidad que te dicen y seguir luchando».

Ella, toda pasión, decidió seguir, para bien del karate. Se marchó a Dubái a dar clases y recogió de sus viajes una parte de sí misma que no conocía y dejó el miedo en el camino. A la vuelta convenció a Jesús del Moral para dar ese salto definitivo al aunar su calidad técnica con un mejor físico. Y un poco más. «Tuve que trabajar mucho mi cabeza. Llevaba muchos años escuchando que no valía y se me metió en el cuerpo : los hombros se vienen hacia delante, te da más vergüenza competir, te haces más pequeña en los entrenamientos, crees que todos son mejores que tú. Tuve que soltar todo eso, y al principio era como un teatro: me obligaba a llevar los hombros para atrás y la cabeza alta, sin esconderme, y un poquito forzado hasta que se fue convirtiendo en confianza. Me obligaba a entrenarme en mitad de la sala y no en un rincón . Mi entrenador me lo decía: “que te vean, que vean que tu trabajo es bueno, que las demás se fijen y están pensando que lo haces bien. Un gran trabajo que acabas por interiorizar para que salga solo». Para ayudarle en la empresa, el amuleto de la serie Bola de Dragón que lleva siempre con ella, para conectarse con su hermano, por quien empezó en el kárate, y con su infancia.

La edad, ese detalle que la había empujado a un rincón no hacía mucho, fue uno de sus mejores impulsos para alcanzar la élite y codearse de ella hasta derribarla. Con 37 años está en el mejor momento profesional de su vida . Porque el kárate es una parte física, que aguanta, y mucha parte mental, con la que deslumbra. «Me entreno con una seriedad que quizá con 18 no tienes. Sé lo que quiero y lo que cuesta conseguirlo. En la competición, la experiencia de llegar a finales o campeonatos muy importantes me ha hecho mejor manteniendo esa presión, para que no pueda conmigo. Los nervios no dejan de existir, pero aprendes a convivir mejor con ellos. Cuanto más tiempo conoces tus sentimientos, mejor los gestionas ». Dentro del tatami ni parpadea, solo está ella y su mundo, sus katas, sus movimientos, su concentración. Y toda esa adrenalina y energía acumulada que saca en los gritos. «El kárate es un arte, un arte marcial, y además de técnica y fuerza, hay mucho sentimiento, expresión . Yo me dejo llevar. Solo estoy yo haciendo lo que sale de mi interior».

Visualiza la medalla en Madrid, literalmente. «Me quedo dormida y lo sueño. Ese momento en el que los jueces levantan la bandera y es la mía. Pero luego me despierto y sé que hay muchas rondas y mucho que hacer hasta llegar a ese momento. Pero nos hemos entrenado “muchichísimo” y eso te da mucha confianza». Y toda la seriedad que demuestra en el tatami se queda aparcada cuando sale de él. «Me gusta concentrarme cuando estoy cerca de una competición, saber dónde estoy y dónde quiero llegar. Fuera de allí, pues… hacer galletas, disfrutar y jugar con mis sobrinos, hacer locuras y divertirme mucho ». Sonríe. Hasta que empiece su kata.

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