Atletismo

La campeona mexicana que vive en una chabola

Sofía Ramos Rodríguez mantiene sus orígenes humildes a pesar de haber ganado recientemente el Mundial sub-20 de marcha y ser una de las promesas más importantes del atletismo de su país

Emilio V. Escudero

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Nada en la vida de Sofía Ramos Rodríguez ha sido fácil. Ni siquiera decantarse por el atletismo, pues disfrutaba tanto con otros deportes, como la gimnasia, que le costó apostar solo por uno. Aun así, esa fue la menor de sus preocupaciones, obligada a pelear por su futuro desde que era una niña .

Para llegar hasta su casa, en el asentamiento ilegal del '17 de julio' , hay que sortear muchos obstáculos. Cerca del cementerio de aviones del aeropuerto de la Ciudad de México , pegada a las vías del tren, se levanta una barriada con un puñado de chabolas hechas de chapa y de cartón. Dentro, las habitaciones se distinguen por unas cortinas y el frío se cuela por cada rincón. No hay agua corriente ni luz, pero en una de ellas vive Sofía con sus padres y desde allí ha sido capaz de alcanzar el techo de la marcha mundial , oro en los 10 kilómetros marcha del pasado Mundial sub-20 que le confirma como una de las grandes promesas del deporte mexicano.

Para poder disputar el campeonato, Ramos tuvo que poner a la venta parte de su ropa deportiva y hacer dulces que luego vendía en el mercado. Todo con el objetivo de poder viajar a Nairobi, donde el pasado verano se proclamó campeona del mundo sub 20. Ahora, con esa medalla en el cuello, la marca deportiva Nike le ha hecho un contrato que le asegura no pasar más penalidades en ese sentido.

En la barriada todos conocen cuál es la casa de Sofía, la «niña que sale en la tele» y a la que han visto a veces corriendo de una manera «extraña» . Así califican sus vecinos la modalidad atlética en la que Ramos es una celebridad.

Sofía y su hermana Frida comenzaron a hacer deporte casi a la vez. Una imitando a la otra, con su madre siempre animándolas. La precaria situación económica en el seno familiar hacía complicado estrenar zapatillas o ropa deportiva, pero su mamá siempre se las apañaba para que pudieran tener el mejor material posible.

Todos en la familia Ramos Rodríguez han arrimado siempre el hombro para llevar comida a casa. El papá vendiendo fruta por la calle, la mamá haciendo comida para los policías del aeropuerto y las niñas vendiendo dulces por los mercados . Lo que hiciera falta para ayudar. Siempre con una sonrisa en el rostro, igual que cuando acaba una prueba.

A los 14 años, Sofía y su hermana fueron invitadas a entrenar en el centro de alto rendimiento del país. Un honor para ellas que les obligaba a salir de casa a las 4 de la mañana . Otro sacrificio más. Caminar de noche, entre basura y desperdicios para viajar durante una hora larga y entrenar con los mejores. Allí tampoco todo fueron facilidades, ni siquiera cuando entró como interna, con lo que eso significaba en tiempo y comida en su casa.

Poco antes de acudir al Mundial sub 20, su entrenador le dijo a Sofía que no había presupuesto para el viaje . Otro mazazo. Tomó entonces las riendas su madre, Patricia, encargada de encontrar dinero bajo las piedras para costear el billete de avión. Todos en la colonia y alrededores ayudaron y todos sintieron como suyo el oro de Sofía. Así se ha forjado la leyenda de Ramos Rodríguez, cuyo sueño es llegar hasta París 2024 y alcanzar el podio en los Juegos.

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