Feria de Arles: Ferrera, artista, no gladiador

El extremeño corta tres orejas y sale a hombros con Diego Ventura

Antonio Ferrera pasea las dos orejas del cuarto toro

Andrés Amorós

Antonio Ferrera y Diego Ventura cortan tres orejas y se da la vuelta al ruedo –generosa– a dos toros de Zalduendo y La Quinta . Una tarde lucida pero no tanto como puedan sugerir estos datos.

Por muy bueno que sea el rejoneador (Diego Ventura lo es: el número uno actual) me chocan estos carteles con tres reses para un torero a caballo y otras tres, para un diestro a pie. No soy el único que opina así.

Hace pocos días ha perdido Diego Ventura a «Dólar», una de sus estrellas, con el que entusiasmaba a los públicos al clavar banderillas a dos manos, sin que el caballo llevara cabezada. Esta tarde, pone a la gente en pie, en el quinto, cuando torea así con «Capote», arma un lío con «Lío» y mata espectacular (dos orejas). En el primero, distraído, que «dice» poco, se mete en el terreno del toro con «Bronce», quiebra en corto con «Ilusión» y acierta, al matar (oreja). El tercero, un bonito jabonero de Prieto de la Cal, sale con pies pero se apaga. Tiene el mérito Diego de sacar nuevos caballos y de sobreponerse a la pérdida.

En sus tres toros, Ferrera muestra su maestría y su singular estilo actual, mucho mejor que el de sus primeros tiempos. En el segundo, de Zalduendo, con más codicia que fuerza, liga derechazos largos y naturales desmayados. En el cuarto bis, de La Quinta, dibuja naturales clásicos e improvisa con originalidad. El sexto bis, de Zalduendo, humilla pero protesta, no sirve. ¡Lástima del orden de lidia!

En sus dos primeros, ha desatado el entusiasmo con su original forma de citar para matar, a recibir, desde lejísimos. (Así lo hacía tambien Esplá y Marcial le reñía, por lo arriesgado). Como el toro no acude, él avanza: queda algo a mitad de camino entre matar a paso de banderillas y aguantando; en todo caso, meritorio y espectacular.

Bergamín dedicó un soneto a una gran faena de Antonio Ordóñez , en este coso: «Yo no le he visto, pero estoy seguro / que, en sus Arenas, la ciudad arlesiana / iluminó de vocación romana / el toreo andaluz de arte más puro». Esta tarde, en este anfiteatro romano, Ferrera no ha sido gladiador –quizá lo hubiera sido, en su primera época– sino artista singular, que logra convertir sus sentimientos en emoción estética.

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