Eugenio de Mora, al natural
Eugenio de Mora, al natural - paloma aguilar

Eugenio de Mora saca billete para las ferias

Corta una oreja de peso en Las Ventas tras entusiasmar al natural; Víctor Barrio da una vuelta al ruedo

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Cuatro velas para iluminar cualquier procesión de Semana Santa portaba el lote de Eugenio de Mora. Pero la luz fue él. Maravillosa su manera de estar en la plaza, su profesionalidad, su apuesta y su naturalidad, con diecisiete años de alternativa y cuarentón ya. El matador toledano, que se rebeló el pasado agosto con una sabrosa faena, ayer volvió a prender las ilusiones en viejos y jóvenes. No, no fue su resurrección en este Domingo de Gloria. De Mora no estaba muerto: andaba por los pueblos. Pero Eugenio es torero de capital, de ciudades con tranvía, que se decía otrora.

Y una tarde capitalina protagonizó en Las Ventas, donde cortó la única oreja al mejor ejemplar de la desaborida corrida de Martín Lorca.

Todo pitones era el salpicado y bajito cuarto, de nombre «Quillo». Alma, cabeza y corazón puso el manchego desde que echó las rodillas por tierra y evocó su buen toreo de hinojos. Midió tempos y distancias a la perfección en dos series diestras, pero fue a izquierdas cuando la plaza rugió. Volaron y gotearon los naturales, cada uno con su aquel, su temple y su torería, de tres y el de pecho para racionar la nobleza y el fondo de «Quillo». Cada vez más encajado y sentido, con el pasito justo perdido y los oooles roncos. Afianzado el toro, hecho ya con sus dedos cual artesano, regresó a la mano de escribir, con el trapo totalmente a rastras. El de pecho y la trinchera cautivaron. Conocedor de los gustos de Madrid, abrochó con unos ayudados por bajo. Tardó en cuadrar el toro y sonó un aviso antes de la estocada, que cayó desprendida. No importó: oreja de oro.

Puesta y dispuesta

De ley había sido también su obra al que abrió plaza, de imponente cara. Poco bonito hizo ante el templado capote de Eugenio de Mora, que principió con seguridad, tratando de limar el molesto punteo del desclasado animal. Le costaba arrancar, pero acudía y exhibía peligro en la embestida. La muleta puesta y dispuesta desde primera hora a derechas. En su desafío a carta cabal, tragó una enormidad sobre la zurda y ligó una ronda por el otro lado de mucho calibre y especial conexión con los tendidos. Bien de verdad el castellano, que regaló también los detalles de una trinchera, un cambio de mano y un pase pectoral hasta la hombrera contraria. Brillante e importante tarde del veterano espada. Si llega a ser en San Isidro...

Un trofeo estuvo a punto de lograr Víctor Barrio con el sexto, que se dejó hacer dentro de su mansedumbre. El segoviano aprovechó la querencia y la bondad en tandas con verticalidad y firmeza. Hundido sobre las mismas rayas, hubo muletazos de gran calado. El descabello redujo el premio a una vuelta al ruedo. De peso. Antes había recibido en el mismo platillo al tercero, fenomenalmente lidiado por Jarocho. Luego el toro se desplomó y fue imposible estructurar faena. Para nulas opciones las de Pepe Moral: ni con el vareado segundo, al que cazó de un espadazo fulminante, ni con el más hondo quinto.

La gente se marchó hablando de Eugenio de Mora. Vuelvan a enmarcar su nombre: cotiza al alza. Ayer sacó billete para las ferias por el camino clásico.

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