'Malvivir', un viaje al Siglo de Oro a través de sus pícaras

Aitana Sánchez-Gijón y Marta Poveda, reunidas en la obra de Álvaro Tato

Marta Poveda y Aitana Sánchez-Gijón, en 'Malvivir' marcosGpunto
Julio Bravo

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«Libre, rebelde, ladrona, ingeniosa, embustera y fugitiva, que desafía todas las convenciones de su época y paga el precio de su libertad». Así es Elena de Paz, la protagonista de ' Malvivir ', un espectáculo basado en las novelas de pícaras del Siglo de Oro: 'La hija de Celestina', de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo; 'La niña de los embustes', de Alonso de Castillo Solórzano; 'La pícara Justina', de Francisco López de Úbeda; y 'Tres letrillas y un romance', de Francisco de Quevedo. Álvaro Tato les ha dado forma dramática y Yayo Cáceres dirige un espectáculo en el que reúne a dos magníficas actrices: Aitana Sánchez-Gijón y Marta Poveda , a las que acompaña el músico Bruno Tambascio . 'Malvivir' llega ahora a las Naves del Español, en Matadero , donde estará hasta el 5 de junio.

Aitana Sánchez-Gijón y Marta Poveda se lo están pasando, reconocen, estupendamente encarnando (las dos) a Elena de Paz. «Es lo que tiene meterte en la piel de personajes que sufren tanto, dice Aitana Sánchez-Gijón; como dijo Carmen Maura lo bueno de hacer asesinas o personajes tremendos es que luego tú te vuelves a casa tan pancha, liberada y es la pobre Elena de Paz la que se queda en el charco». Marta Poveda va más allá: «Yo a casa solo me he llevado los aprendizajes. Cuando tienes personajes tan maravillosos como éste hay incluso algo para mí liberador en vivirlos encima de un escenario o delante de una cámara. Aprender a distanciarte forma parte de la salud mental en este oficio de mentirosos, que es lo que somos los actores».

Las dos actrices comparten a Elena de Paz -también a otros personajes como Lupercio, Montúfar y la Beata-. «Hay un momento -bromea Aitana- en que no se sabe de quién es el brazo, la pierna o la cabeza... Marta interpreta la primera parte de la vida del personaje y yo interpreto la segunda».

En Elena de Paz ha unido Álvaro Tato a varias pícaras de nuestro Siglo de Oro. «Salvo a las grandes, no se les ha dedicado demasiada atención», justifica Marta Poveda. «No hay obras maestras en ese tiempo sobre las pícaras -completa su compañera de reparto-. Hay buena literatura de pícaras, pero no obras al mismo nivel literario que el 'Lazarillo', el 'Buscón'... «O incluso -tercia Marta- no hay personajes femeninos como el Clarín de 'La vida es sueño', que es una barbaridad»,

Aitana Sánchez-Gijón define a Elena de Paz: «Es una heredera morisca-conversa, que ha sido esclava de un buhonero gascón, perdulario, que está marcada por origen, y que está condenada a sobrevivir utilizando todas las artimañas posibles y llevándose todos los palos imaginables de la vida. Y que, a pesar de todo eso, tiene un espíritu libertario y un espíritu de placer por la vida y de disfrute que está por encima de los sufrimientos a los que se ve abocada constantemente».

Libertad y sometimiento

Marta Poveda completa el retrato. «Elena es una niña que nace en el agua, pero en el barro; que ama con locura a su padre y odia a muerte a su madre. Aquél es la imagen de la libertad y ésta es la imagen del sometimiento. Y durante toda la función se va guiando por esa estela que es su padre, que es también la imagen del mar, adonde su padre le ha prometido que le llevaría en algún momento de su vida; para ella eso significa la libertad. Su madre, sin embargo, significa todas las vivencias que le impiden poder alcanzar esa libertad. Elena está marcada por esos dos grandísimos sentimientos: el amor y el odio, el sometimiento y la libertad. Y se pasa la función luchando para desprenderse de su madre y alcanzar a su padre».

En cualquier función teatral los intérpretes inteligentes absorben las virtudes de sus compañeros de reparto; más todavía si, como ocurre en este caso, se comparte personaje. Aitana Sánchez-Gijón asiente: «Hay un trabajo de espejo, de escucha, de respiración, de latido...» «De contaminación», aporta Marta Poveda. Continúa Aitana: «Se produce algo muy simbiótico que funciona -aunque hay un trabajo muy consciente de elaboración y por supuesto de técnica actoral- casi de manera subconsciente. Elena de Paz nos tiene conectadas como un cordón umbilical que se ha ido tejiendo a lo largo del proceso; por suerte partía ya de una complicidad, de una amistad, de haber trabajado juntas, de conocernos mucho y de querernos mucho. Y ese punto de partida ha sido fundamental para decidiéramos embarcarnos juntas en este proyecto».

'Malvivir' es un espectáculo que lleva el sello de la compañía Ron Lalá -Álvaro Tato y Yayo Cáceres son dos de sus miembros-, que lleva mucho tiempo presentando a los clásicos desde una perspectiva fresca y actual. «Son unos magos en este aspecto -afirma Aitana Sánchez-Gijón-, unos genios utilizando este código. Además, las obras del Barroco y del Siglo de Oro son ya de por sí oro literario . Es presente absoluto, no hay que hacer mucho más porque está interpelando al espectador de hoy. El trabajo que hacen con esos textos Álvaro Tato y Yayo Cáceres es magia pura, Es un código trepidante, festivo, de contrastes, musical, de cercanía con ese espíritu de corrala; conecta constantemente ese lenguaje y lo hace accesible para el oído del espectador del siglo XXI. Álvaro logra el equilibrio perfecto entre esa palabra culta, de nuestro acervo, de nuestra historia y la conecta con un lenguaje más accesible, hace malabares y consigue para mí algo fundamental que engancha al público del siglo XXI con estas historias».

Marta Poveda añade: «Yo creo que hay algo en esta necesidad de este tiempo que a cada uno nos toca vivir y ahora, particularmente, en este que estamos viviendo, muy complejo y muy duro; es un momento tremendamente oscuro, estratificado e injusto. Siempre necesitamos, a través de la expresión artística, reflejarlo, más allá de la necesidad de quejarnos del día a día o de desconectar poniendo la tele, las redes sociales o lo que nos toque en ese momento. Álvaro tiene la virtud de recurrir a cuatro siglos atrás y traer aquí las constantes incertidumbres y los constantes dolores universales, de la misma manera que necesitaban hacerlo Quevedo o Calderón. Estamos ante la posibilidad de convertir en virtud la inquietud humana , y estas obras, que son de un de un constante presente, son la mejor herramienta dramática para expresarlo. No son un obstáculo, sino un trampolín».

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