«Cronología de las bestias»: verdades enterradas

Un joven aparece inopinadamente en la cocina de la casa donde supuestamente desapareció hace más de diez años, cuando él tenía doce. Lo descubre de madrugada, oculto en la cocina, su tía Celia. Beltrán, así se llama, no dice dónde ha estado ni qué le pasó. Olvido, su madre, muestra una extraña actitud distante hacia el joven. Tras la sorpresa, la reanudación de la convivencia está sembrada de detalles inquietantes: algo chirría en ese ambiente que fue visitado por el dolor.

Lautaro Perotti , con algún momento irregular en texto y dirección, salpica de «flashbacks» la acción de esta crónica familiar trufada de «thriller» hasta retornar a la escena inicial de la cocina, revelando por el camino las verdades enterradas, los ardides del autoengaño y los aspectos sórdidos ocultos bajo la rutina doméstica. Una suerte de laberinto que conduce al corazón de la tragedia y que explicita la escenografía de Monica Boromello , aunque añadiendo cierta confusión al movimiento de los personajes, entre los que resulta extemporáneo el sacerdote incordiante que interpreta Jorge Kent .

Carmen Machi dibuja una Olvido llena de aristas sombrías, con jerarquía de gran actriz y algo excesiva en algún momento, en contraste con la dulce y sacrificada Celia bien compuesta por Pilar Castro . Patrick Criado da a su Beltrán un apropiado tono de fragilidad y extrañeza, y Santi Marín otorga dureza y brío a César, el hijo de Celia, que concentra las claves de la obra.