«Cecilia Valdés», la zarzuela viaja a Cuba

El Teatro de la Zarzuela estrena por primera vez en sus ciento sesenta y tres años de historia una zarzuela hispanoamericana

Una imagen del ensayo de «Cecilia Valdés» Guillermo Navarro
Julio Bravo

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La palabra «zarzuela» remite a muchos al Madrid decimonónico, de barquillo, parpusa y mantón de manila; no en vano varios de los más emblemáticos títulos del género tienen ese escenario. Pero hay zarzuelas que transcurren en lugares tan distantes como los Países Bajos (« Molinos de viento »), Siria (« El niño judío »), Inglaterra (« La montería ») o la Rusia revolucionaria (« Katiuska »), por poner solo unos pocos ejemplos.

Y también hay zarzuelas que se desarrollan en La Habana. Es el caso de « Cecilia Valdés », que se estrena hoy en el Teatro de la Zarzuela . Es la primera zarzuela cubana que llega al escenario de la calle Jovellanos en sus ciento sesenta y tres años de historia. «Es un verdadero acontecimiento», dice orgulloso el director del coliseo, Daniel Bianco .

Gonzalo Roig (1890-1970) es el autor de «Cecilia Valdés», una obra con libreto de Agustín Rodríguez y José Sánchez-Arcilla , que se basa en «Cecilia Valdés o la Loma del Ángel», de Cirilo Villaverde , uno de los textos más representativos de la literatura de la isla, y que está considerada la primera novela cubana (su primer tomo se publicó en La Habana en 1839). La zarzuela -comedia lírica en un prólogo, dos actos, un epílogo y una apoteosis- se estrenó en el Teatro Martí de La Habana el 26 de marzo de 1932. El tenor cubano Miguel de Grandy realizó tres décadas después una versión -zarzuela cubana en dos actos, divididos en un prólogo, ocho cuadros, un epílogo y una apoteosis-, que se estrenó en el Teatro Payret de La Habana el 25 de diciembre de 1961, y que es la que hoy se presenta en la Zarzuela.

«Cecilia Valdés» cuenta con Óliver Díaz como director musical y con Carlos Wagner como director de escena. El reparto, donde el acento latinoamericano es mayoría, lo componen Elizabeth Caballero y Elaine Álvarez , que se alternan en el papel de Cecilia Valdés; Martín Nusspaumer y Enrique Ferrer (Leonardo Gamboa), Homero Pérez-Miranda y Eleomar Cuello (José Dolores Pimenta), Linda Mirabal, Cristina Faus, Yusniel Estrada, Lilián Pallares, Amparo Depestre, Paloma Córdoba, Rosario Beholi, Amara Carmona, Alberto Vázquez, Eduardo Carranza, Isabel Cámara, Juan Matute, Ileanoa Wilson, Nacho Almeida, Dayana Contreras, Giraldo Moisés de Cárdenas y Georbis Martínez. Junto a ellos, el Coro Titular de la Zarzuela y la Orquesta de la Comunidad de Madrid.

El artista alemán Rifail Ajdarpasic firma la escenografía de la producción, que cuenta también con vestuario de Christophe Ouvrard , iluminación de Fabrice Kebour y coreografía de Nuria Castejón .

La obra, dice Carlos Wagner -director venezolano con una fecunda carrera operística internacional- tiene, por un lado, «una parte muy divertida y entrañable: las fiestas, y también la vida cotidiana, tanto de la clase alta como la de la gente humilde en La Habana. Pero por otra parte, también abarca temas más serios, como el machismo de esa clase alta representada por Leonardo y su padre, del que las mujeres, y en este caso la mujer mestiza, son las víctimas. La extraña y ambivalente actitud del criollo ante el tema de la raza, y en nuestro caso, también al de la esclavitud».

Y coincide con Óliver Díaz -hasta hace unas semanas, director musical del Teatro de la Zarzuela- en las referencias «afro-cubanas» de la música. Asegura Díaz que « la partitura posee una absoluta riqueza musical ; al principio puede parecer un pastiche de estilos y ritmos, pero esa mezcla no tiene nada de aleatorio. Aunque no se basa en leitmotivs, sí tiene alguno, como el tema del destino, que conforme se acerca el final se va diluyendo y se convierte en el tema de Cecilia Valdés». Y hay algo más que destaca Díaz: «Las oberturas suelen ser una mezcla de los temas que luego se van a escuchar en la obra. La de esta zarzuela cuenta perfectamente la historia con temas que no volveremos a escuchar, salvo el de la protagonista».

Cuenta la obra la historia de Cecilia, una criolla hija ilegítima de un hacendado español y una criada, que fue arrebatada de los brazos de su madre al nacer para evitar el escándalo; de ella se enamora, sin saber ninguno de los dos el parentesco que los une, su medio hermano Leonardo. Amores no correspondidos, prejuicios sociales, venganzas... Son algunos de los temas planteados en esta obra, que Wagner define como «una historia conmovedora de personajes muy reales y entrañables, que está ambientada alrededor de 1830, pero que es igualmente válida en 1950 o en 2020, porque habla de todos los grandes temas que rigen nuestras vidas».

Carlos Wagner ha trasladado la acción a la Cuba de Batista , previa a la revolución castrista. Asegura el director de escena que no hay elementos políticos ni ideológicos en esta decisión; la actualización tiene únicamente una razón narrativa. «Es un gran melodrama y nos hemos centrado en la psicología de los personajes -explica, aunque la esclavitud y las desigualdades sociales laten en la historia y están en el centro del argumento-. He querido crear escenas que nos muestren personas reales, llenas de contradicciones: entrañables, egoístas, conmovedoras y aterradoras a un tiempo, tal como lo pide la obra». Y todo ello enmarcado en un gran campo de caña de azúcar , «el equivalente en aquella época al petróleo en nuestros días».

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